EL
EJERCICIO DE SERVIR
Heb
10:24 Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a
las buenas obras.
INTRODUCCIÓN
Muchas son las consejerías que
hemos dado durante estos años a parejas que están pasando por situaciones
difíciles, algunas por problemas de comunicación, otras por problemas más
serios, pero algo que he notado que perdemos con el tiempo en el matrimonio es
la capacidad de servir a nuestro cónyuge.
Servir no es fácil pues implica
morir a uno mismo, rebajarse a nivel de siervo, y eso es cada vez más difícil
de lograr en una sociedad que exalta el ego y que busca ser servida en todo
momento.
Los cónyuges ahora no se quieren
servirse el uno al otro, prefieren servir a su trabajo, hijos, amigos, y otras
personas pero no a su pareja, por eso frecuentemente experimentan problemas
cuando la pareja pide un favor, solicita ayuda o apoyo.
A muchas parejas les cuesta conseguir
que su cónyuge sea evangelizado, pero la dificultad más evidente que se
observa, es que el testimonio del cónyuge creyente no es fiel y no permite que
el servicio por amor de su pareja le conlleve a ver a Jesús en su cónyuge para
que le siga y crea.
DESARROLLO
Pedro nos muestra que una de las
formas en las que podemos ganar a nuestros cónyuges es sirviéndoles (1Ped 3:1) y
no solo les servimos cuando hacemos cosas para ellos, sino también cuando les
predicamos el evangelio, cuando les mostramos un testimonio diferente, cuando
nuestros actos demuestran que nos parecemos a Cristo.
El servicio no es una opción,
debe ser una realidad constante en la vida del creyente para que este de
testimonio a su cónyuge y su familia de una vida devota a Dios. No podemos
darnos el privilegio de dejar de servir a nuestro cónyuge porque es allí donde
nosotros le mostramos el amor que Dios quiere revelarle. Es en el servicio
diario que nos hacemos mayores, y en donde el crecimiento espiritual es posible,
de allí la belleza del matrimonio.
Un cónyuge que no sirve a su
pareja está condenado a la frustración y al fracaso en su hogar. Servir no es
nada fácil, pues el servicio debe darse sin importar lo que pensemos al
respecto, se sirve y ya, siempre y cuando el servicio no conlleve alejarse del
evangelio y su mensaje.
Servimos a nuestro cónyuge cuando
le atendemos sus necesidades, cuando le amamos con todo lo que el amor bíblico
expone (paciencia, buen trato, buenas palabras, sin egoísmo, ni jactancia, sin
orgullo, sin enojos frecuentes, todo lo disculpa, todo lo soporta), cuando le
escuchamos, cuando le aconsejamos, cuando le animamos, cuando le comprendemos,
cuando le ayudamos, cuando creemos en lo que Dios está haciendo en él o ella.
CONCLUSIÓN
Servir estimula el amor, la
preocupación por el cónyuge, disminuye las tensiones, complementa la paciencia,
hace que fluya la comunicación y permite un mayor compromiso. Sin servicio la
unidad del matrimonio no permanece.
Si no estamos sirviendo a nuestra
pareja en las buenas y malas, debemos revisar nuestro comportamiento, aprender
a servir cuando sea necesario y cuando no, cuando lo necesita y cuando se nos
inste a hacerlo. Solo hacer un favor parece en la pareja algo difícil, cuando
no debería serlo, estamos para ser consiervos, ayudándonos a hacer de esta vida
algo más liviano de la mano de Jesús.
Servir debería ser un acto de
profundo gozo, de una vida consagrada a Dios y de compromiso importante por
hacer feliz a nuestro cónyuge. El peor enemigo del servicio es la queja y la
pereza, ambos nos llevan a querer congraciarnos con lo peor de nosotros mismos
y a abandonar el servicio que debemos prestar a nuestra pareja.
Oremos, Señor ayúdanos a esforzarnos
en servir a nuestra pareja, permítenos descubrir sus necesidades y apoyarla
siempre, que dejemos la queja y el descontento para servir con gozo. Nos has
llamado a servirte y parte de ese servicio es cuidar, proteger, animar, ayudar,
apoyar y servir en todo a nuestro cónyuge, que esta tarea se vuelva algo
cotidiano y con amor sirvamos a nuestro prójimo más cercano que es nuestra
pareja, amen.
excelente mi amigo...muy buena informacion...bendiciones
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