Un gran rey estaba
rezando en la sinagoga por la mañana temprano. El rabino estaba
acompañándole. Estaba oscuro, y llegó
un mendigo.
El rey rezaba,
diciendo: «Dios, yo no soy nadie, solo soy nada».
Y el rabino también
rezaba, diciendo: «Dios, yo no soy nadie, solo soy nada».
Entonces oyeron al mendigo, que también
decía: «Dios, yo no soy nadie, solo soy nada».
El rey dijo al
rabino: «¡Mira quién está tratando de no ser nadie! ¡Mira quién pretende no ser nada!,
¿un mendigo? ¿Cómo te atreves..., delante
de un rey? Estoy diciendo que no soy
nada, nadie —¿y un mendigo osa pretender que él tampoco es nada, nadie?
Esto es una ofensa».
Romanos 7:18 Yo sé que en mí, es decir,
en mi naturaleza pecaminosa, nada
bueno habita. Aunque deseo hacer lo
bueno, no soy capaz de hacerlo.
Esta historia nos revela lo
profundo del cambio de mentalidad del ser humano, muchos pueden pretender ser
humildes, pero eso tan solo es eso, una pretensión, porque en su interior no ha
cambiado nada, sigue en el mismo estatus quo, sin cambio, sin poder ver la
realidad, podemos intentar cambiar por nuestras propias fuerzas, pero al final
como en la historia nuestra verdadera intención siempre va a ser revelada, el
orgullo siempre saldrá a la luz, solo quien comprende que por sus propios
medios no puede liberarse a sí mismo, sufre un cambio en su forma de pensar,
sufre un arrepentimiento, por eso Pablo nos insta a reconocer que no hay nada
en nosotros que sea bueno, sino estamos con Dios, pues nuestra naturaleza
carnal o natural, nos aparta del privilegio de compartir con Dios, en ella
habita, toda división, contienda, celos, envidias, odio, rencor y muchas cosas
más, que en muchas ocasiones no podemos ver, por eso como en la historia algo
tiene que suceder para que podamos ver que aunque pretendamos ser espirituales,
si no reconocemos nuestra bancarrota espiritual, Dios no puede obrar en
nosotros, la luz no puede llegar a donde nosotros mismos le hemos tapado la
entrada, y aunque deseemos ser buenos, o comportarnos de esa manera muchas
cosas nos mostraran que tan solo es apariencia, que nada ha cambiado.
Reconozcamos que sin él, no somos nada, nada tenemos y que solo en el nuestro
ser se halla completo, restaurado y bendecido para la gloria de Su nombre.
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