El escritor francés Francisco Fenelón llamó a sus
tres criados y les dijo: "Es Nochebuena, y quiero entregarles mis regalos.
Aquí sobre mi escritorio ustedes ven tres monedas de oro, y tres libros muy
buenos; escoja cada uno lo que prefiere".
Dos criados tomaron inmediatamente cada cual una
moneda de oro; el tercer criado tomó un libro. Fenelón sonrió y dijo al tercer criado:
"Abre, por favor, el libro". Allí en el reverso de la portada estaban
pegadas tres monedas de oro.
Fenelón concluyó: "Busquen en primer lugar el
Reino de Dios; y lo demás se les dará por añadidura".
"Ya que fuiste fiel en cosas pequeñas, te
daré cosas grandes" (Mt 25, 24; 6, 33; 19,21).
Es interesante ver el comportamiento de los criados de
este hombre, porque revelan lo que hay en nuestro interior, hemos fortalecido
en nuestro ser y en la sociedad la idea de lo importante que es el dinero para
vivir, hemos dado primacía a buscarlo, a trabajar por el, a gastarnos por
buscar riquezas, y de seguro 2 de cada 3 seres humanos habría hecho lo mismo de
estos 3 hombres, 2 habrían ido en pos de la riquezas, gastando su vida, salud y
pensamientos en pos de lo efímero, el dinero, es cierto que vivimos en un mundo
en el cual sin el es difícil llevar una vida digna, pero, tampoco el debe ser
el centro de nuestras vidas, no permitas que tus pensamientos, emociones y tu
vida se desgasten buscándole, más bien busca como el tercer hombre, la
sabiduría de Dios la cual se haya en la escritura, ella te dará riquezas, pero
unas riquezas que no te consumen, sino que te permiten vivir con lo que
necesitas, por eso termina la historia con el hombre mencionándoles, busquen
primero el reino de Dios y su justicia, para que lo demás les sea añadido,
cuando en tu vida, lo primordial, lo esencial esta en Dios, la perdida de las
cosas materiales, no te hará perder el control de tu vida, antes te mantendrás
sereno ante las adversidades y dificultades porque entenderás que Dios tiene el
control, que no posees nada, y que nada te llevaras, pero lo que has ganado al
conocer a Dios no tiene precio y su valor perdura por la eternidad, deja de
buscar ganancias, riquezas, más dinero, y busca el Reino que Dios ha hecho
disponible para los que creen.
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