Hace tiempo, un viajero visitaba el desierto de
Egipto. Llevaba consigo mucho dinero, ropaje lujoso y varios saquitos llenos de
monedas de oro.
Sucedió que,
visitando una de las pirámides, el hombre dejó olvidados dos saquitos de
monedas de oro. El viajero se dio cuenta de su olvido cuando ya llevaba varias
horas de haber abandonado aquella pirámide. Con gran enojo decidió regresar en
busca de su oro. Cuando estaba cerca de la pirámide descubrió a un hombre
moribundo que había agotado toda su comida y sufría desesperadamente por algo
de comida y agua. Estaba a punto de morir y no había nadie que le pudiera
prodigar auxilio.
El viajero se
bajó de su camello y él mismo le dio alimento y bebida al pobre hombre.
Después, los dos regresaron a la ciudad y, desde entonces, fueron muy buenos
amigos.
Años más
tarde, cuando el viajero contaba esta anécdota, exclamaba con júbilo:
"Pensar que me lamentaba de haber olvidado aquellos sacos de oro en las
pirámides. Si no hubiera sido por eso, yo no hubiera regresado para ayudar a
aquel hombre y, seguramente, él habría muerto".
Los
acontecimientos de la vida son misteriosos, pero si de algo debemos estar
seguros es de que en cada situación que vivimos se nos presentan siempre dos
opciones: Tenemos la oportunidad de huir, odiar o traicionar... o la
oportunidad de crecer, madurar, amar y ayudar a los demás.
Proverbios 17:17 En todo tiempo ama el
amigo;
para ayudar en la adversidad
nació el hermano.
A veces Dios dispone de situaciones en la vida que parecen contrarias a
nuestros planes, sin saber que lo que se esconde tras ello es la posibilidad de
servir, de conocer una problemática y de amar a los demás no solo como un
amigo, sino como a un hermano en Cristo, reconocer en los demás al Creador es
el comienzo de reconocer en los demás la imagen de Dios, y poder ver en ellos
la posibilidad de Servir a Cristo,, muchos me han dicho, me hubiese gustado
haber vivido en los tiempos de Jesús, para servirle, amarle, pero no se dan
cuenta que Él está aquí presente y aun está diciendo, como lo dijo en la Cruz, “tengo
sed”, tengo sed de justicia, de que en el mundo se haga la voluntad de Dios y
no la voluntad egoísta del hombre. Bien se dice que en los tiempos de
dificultad podemos reconocer quienes son nuestro verdaderos amigos, y nosotros
que queremos servir a Dios, tenemos en los demás la oportunidad de verle como a
un hermano y ayudarle, mostrándole la misericordia y el amor que Dios ha
depositado en nosotros, para que más que nuestras palabras, encuentren ayuda en
tiempo de necesidad, apoyo en la tristeza, consejo en la incertidumbre, y
aliento cuando las fuerzas se han ido. Que seamos estandartes del amor de Dios
e toda situación, que sin importar las circunstancias que vivamos, podamos
servir al propósito divino con entrega y pasión.
REFLEXIÓN
Por: Camilo Sastoque
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