El maestro es
lo más grande que existe. El maestro es nada menos que aquel que no sólo vive
para sí mismo sino que vive para sus alumnos. Vive con sus alumnos. Vivirá en
sus alumnos, aún después de morir el maestro. Ser maestro no es un título es un
don, es servicio, es entrega por aquellos a quienes Dios ha dispuesto mostrar
Su verdad, un maestro es solo un instrumento, útil solo entregado por completo
a Dios, con su ego rendido a Él, y entregado al servicio de la enseñanza y el
aprendizaje. Maestro es aquel que se entrega por sus discípulos, no hay
relación más profunda que esta, porque solo en ella hay comunión, el maestro
deja de ser para el discípulo algo más y lo empieza a ser todo.
El
más grande maestro es Cristo. Él es, para los maestros cristianos, el modelo
único. Cristo no vivió para sí mismo. Vivió por nosotros. Él vino al mundo para
vivir con nosotros. Y, finalmente nos dejó su Cuerpo y su Sangre para vivir en
nosotros.
Cristo
nos enseñó que ser maestro significaba vivir por el discípulo y en el
discípulo. Todo ello lo enseñó Cristo no sólo con palabras sino con su ejemplo
personal. Cristo enseño la verdad, pero no solo la predico, también la vivió
como ejemplo para nosotros.
Tener
a Cristo como modelo de maestro es algo sencillamente maravilloso. Es una
experiencia única. Nunca podrá entrar la rutina en nuestras vidas. Siempre
habrá felicidad y el gozo de estar viviendo por el alumno, (tanto en las buenas
como en las malas).
El
maestro que tiene por modelo a Cristo, gozará por tener la convicción que su
vida no es en vano, que aun después de su muerte vivirá en sus alumnos. El
maestro cristiano ha de reconocer el don del que ha sido objeto y entregarlo
con pasión por aquellos a quienes Dios le permite llegar.
Ante
tal visión del maestro, por más años de experiencia que posea, cada año es un
nuevo empezar. Cada discípulo es una nueva persona, es diferente, no hay nadie
como él, pues la eternidad esta en conocer a Dios.
Los
maestros tenemos que ver a cada discípulo con los ojos que Dios ve a cada
persona que ha creado.
Los
maestros tenemos que ver a cada discípulo como queremos que Dios nos vea a
nosotros.
Los
maestros tenemos que sonreír a cada discípulo como queremos que Dios nos sonría
a nosotros.
Los
maestros tenemos que perdonar a cada discípulo como queremos que Dios nos perdone.
No podemos decir a nuestros discípulos: "Yo te conozco", sin dejarlo
cambiar, crecer, madurar, sin confiar en él. Tenemos que tratar a nuestros
discípulos, de la misma forma que lo hizo el padre con el hijo pródigo. No
dijo: "Ya te conozco". Muy por el contrario, lo perdonó y le
permitió volver, aprender y reconciliarse. Y el hijo pródigo había cometido
faltas mucho mayores que nuestros discípulos.
Antes
de orar, recapacitemos, la escritura menciona: "de Él, por Él y para Él". Meditemos sobre nuestro
compromiso como maestros cristianos. Meditemos, pues, si nuestra entrega, como
maestros cristianos es “de Él, por El, y para El”. Solo ahí estaremos imitando
con profundidad a Cristo, nuestro modelo.
Por todo ello, empecemos este
nuevo año, con el entusiasmo y el candor de aquél que por primera vez ha
escuchado a Cristo exclamar: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida",
y se entrega de lleno con todas sus fuerzas, con todo su corazón, con toda su
alma, a mostrar ese Camino, esa Verdad y esa Vida a sus discípulos.
Sólo
así seremos maestros cristianos felices porque seremos “de Él, por El y para
El”, en nuestros discípulos.
Rom 11:36 Porque todas
las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la
gloria por siempre! Amén.
La sociedad ha concebido al
maestro como alguien en quien no se puede confiar, alguien ajeno, lejano,
distante, alguien que no tiene nada que ver más allá del área que te enseña,
los maestros dejaron de enseñar con su ejemplo, dejaron de inspirar a sus discípulos,
porque ahora ya nadie busca ser discípulo de nadie, buscamos sacar lo que más
podemos de alguien, pero no buscamos verdaderamente como discípulos, listos,
preparados para aprender, para enseñar, pues hemos caído en el sistema de
educación que ha vuelto al discípulo un mero alumno, al cual se le debe dar una
información y evaluarle por ello, en vez de llevarle a ser lo mejor que él
pueda ser, en todo, no solo en un área, la división de las áreas ha hecho que
se pierda el contacto entre el maestro y el discípulo, porque parece que nadie
puede enseñarte la verdad. La sociedad necesita maestros cristianos que sean
diferentes, se necesitan hombres comprometidos con el discipulado, pero tal
cual lo ha concebido Cristo, no como el sistema lo ha establecido, no podemos
discipular a alguien que no quiere serlo, no podemos enseñar a alguien que no
busca ser enseñado, porque lo único que podemos aportar es de lo que por gracia
se nos ha permitido enseñar, de manera que para poder ser maestros y discípulos
necesitamos ser diferentes, únicos, reconocer estas diferencias, y dones que
hemos recibido, para dar gloria a Su nombre, reconociendo que todo proviene de Él,
es por El, y para El, es en la entrega total en donde el maestro puede enseñar
y donde el discípulo puede aprender de verdad, para que dejando todo prejuicio
puedas aprender y ser guiado por Dios.
GUIA DE ESTUDIO
Eres un discípulo verdadero? O
solo buscas aprender lo que te conviene?
Es Cristo tu maestro?
Como maestro cristiano enseñas
la escritura? O lo que a ti te parece mejor?
Predicas con tu ejemplo?
Has buscado un maestro que te
guie y enseñe?
Todo lo que haces lo haces
porque reconoces que todo proviene de Él, por El y para El?.
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