CONFIESA TU PECADO
Pro
28:13 Quien encubre su pecado jamás prospera;
quien lo confiesa y lo deja, halla perdón.
INTRODUCCIÓN
La iglesia vive tiempos
apremiantes en donde la santidad ya no es la norma, sino algo escaso. Cada día
salen a la luz nuevos casos de adulterio, pecados ocultos que mantenían líderes
que servían a la iglesia, cantantes que reconocen ser homosexuales. cada vez
con más frecuencia encontramos a creyentes separados, hijos heridos, y hogares
destruidos, y nos preguntamos ¿Qué pasa?
Parece que es más fácil encontrar
a un pecador arrepentido que a un líder que se arrepienta de su pecado, parece
que el encubrir el pecado se ha vuelto algo común y normal dentro del liderazgo
de la iglesia, pero es eso lo que Dios quiere?
Parece que hemos abandonado la
confesión de nuestro pecado y el arrepentimiento, la posibilidad de ser
humillado y el escarnio público hace que muchos líderes no confiesen su pecado
y se mantengan en sus puestos aun mientras se mantienen en pecados flagrantes.
DESARROLLO
La iglesia no es un club de
santidad, se parece más a una cueva de ladrones en rehabilitación. Dios nos rescató
de la maldad y del horror de nuestro pecado para trasladarnos a su luz
admirable, pero algunos parecen desviar sus ojos del autor y consumador de su
fe, para que su luz no alumbre ciertos aspectos de su vida, que prefieren dejar
ocultos.
No somos perfectos, pero si
anhelamos la perfección y caminamos hacia ella, y el primer paso es el
abandonar nuestro pecado confesándolo y alcanzando misericordia. Recordemos el
proverbio sobre el que se basa esta enseñanza, el que encubre su pecado jamás
prosperara, mientas el que lo confiesa lo deja y alcanza perdón. A nadie le
gusta confesar su pecado, porque hacerlo implica humillación. Contarle a tu líder
espiritual, a tu pareja, a tus discípulos que acabas de cometer un pecado, así
sea algo pequeño, no es fácil, y cuando es algo grande, pues peor, ahí sí que
no se dice nada. Porque no queremos ser la burla de todo el pueblo cristiano,
no queremos que se hable mal de nosotros, puro ego. Nos cuesta humillarnos y
reconocer nuestro pecado, sin importar las consecuencias que ello acarrea, eso
no es arrepentimiento, el arrepentimiento trae consigo la necesidad de que se
haga justicia, de que el pecador pague las consecuencias de sus actos y nadie
quiere eso, por eso muchos lo ocultan, acarreando falta de perdón y condenación
para sus vidas y ministerios.
CONCLUSIÓN
Si hay algo oculto en tu corazón,
un pecado que solo tú conoces, puede ser adulterio, fornicación,
homosexualismo, pornografía, mentira, engaños, vanidad, orgullo, codiciar lo
ajeno, eso solo tu lo sabes, yo te invito a que lo confieses primero ante Dios
y luego ante tu líder espiritual, no sabes cuánto te ayudara hacerlo. Yo mismo
me he visto envuelto en pecado, y confesarlo ha sido el camino a la liberación,
encubrirlo solo nos llena de terquedad y orgullo, pero confesarlo hace que nos
humillemos, muramos a nosotros mismos y confiemos en Dios.
Busca a alguien de confianza a
quien le puedas contar tu pecado y pídele que te ayude a orar para que Dios te
perdone, de seguro encontraras que al hacerlo, el pecado ya no tendrá poder
sobre ti y la luz de Cristo resplandecerá, trasladándote de las tinieblas a su
luz admirable. Hace poco una persona anónima me escribía al ministerio porque
tenía problemas con la masturbación, lo único que sentí decirle era que buscara
a alguien para que le confesara su pecado, luego de primero habérselo confesado
a Dios, no sé si tomaría en cuenta mi consejo, pero sé que si tú que estás
viviendo esa situación lo haces, el Espíritu Santo traerá convicción de pecado
y la humillación de tu ser se convertirá en exaltación ante Dios.
Oremos, Señor has hablado a
nuestros corazones para que reconozcamos nuestro pecado y no queremos que tus
palabras caigan en oídos sordos, nos arrepentimos de todo pecado que hemos
mantenido oculto, y procuraremos resarcir nuestro error, confesándolo a nuestro
guía y maestro, humillándonos para ser exaltados con tu gracia y perdón, no
ocultaremos nuestro pecado sino que con afán procuraremos enmendar nuestra
conciencia con la confesión, amen.
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