PREDICA DOMINICAL
Por: Camilo A. Sastoque M.
Ministerio Unidad de la Fe
NO CONOCEMOS A DIOS
INTRODUCCIÓN
No conocemos a Dios, es cierto. Debemos
decir con tristeza y profundo arrepentimiento que no le conocemos, porque si le
conociéramos no nos comportaríamos tan neciamente, tendríamos más prudencia al
hablar, tendríamos más dominio propio, le buscaríamos con más pasión, no nos
sería suficiente un poco, pero no le conocemos.
Creemos ser parte de su iglesia
porque asistimos a la congregación, pero nos equivocamos, no nos parecemos
mucho a la iglesia en sus comienzos. Nos parecemos más al mundo que nos rodea y
consume con su infalible estrategia que sumerge creyentes en la asfixia
espiritual que nos destruye y desgasta cada día.
No le conocemos, porque si
realmente le conociéramos viviríamos en santidad, y si pecáramos caeríamos
fulminantemente muertos como Ananías y Zafira. Necesitamos conocerle, esto debe
convertirse en nuestra meta final.
Pero ¿cómo? Me dirás, pues ora,
lee su palabra, porque así es como él se revelo a los apóstoles en el
pentecostés y como el sigue revelándose a sus siervos.
DESARROLLO
Miremos lo que dice el salmo 14 “Están corrompidos, sus obras son detestables; ¡no
hay uno solo que haga lo bueno! Psa 14:2 Desde el cielo el Señor contempla a
los *mortales, para ver si hay alguien que sea sensato y busque a Dios.
Nosotros quienes decimos ser su
iglesia, queremos compartir de algo que no vivimos, que no apreciamos, vivimos
buscando y anhelando lo mismo que anhela el mundo, seguimos buscando
reconocimiento, poder, dinero, fama. Olvidándonos de que Jesús rechazo a un
hombre porque sus riquezas le impidieron seguirle.
Donde está la iglesia que le
busca, que se apasiona por buscarle, que ora de día y de noche, que no se
cansa, que encuentra refugio, consuelo y amor en él.
Pero no queridos, no le
conocemos, si le conociéramos seriamos capaces de dejarlo todo por él, como
aquellos que le conocieron en antaño, si le conociéramos buscaríamos morir más
a notros mismos, no le huiríamos a la cruz, y le seguiríamos en obediencia sin
importar las consecuencias, pero no preferimos nuestra comodidad por encima de
sus preceptos.
CONCLUSIÓN
Si tan solo te conociéramos,
sabríamos reconocer lo que Juan menciona:
Juan
17:3 Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a Jesucristo, a quien has
enviado.
Pero no le conocemos y
pretendemos comportarnos como aquello que no somos, seguimos engañándonos
creyendo que somos algo que no somos.
Esta es la vida eterna, conocer
al Padre y al Hijo. ¿Les conoces?, ¿o solo has oído hablar de ellos, porque al
final no te dirán, fuiste a tal o cual iglesia?, hiciste esto o aquello?,
O podrás escuchar su voz como
trueno diciéndote, como dice en Mateo:
Mat
7:23 Y entonces les declararé: Nunca os
conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Despierta
iglesia, vuélvete y examina tu vida, ¿le conoces?, si no, entonces pide, busca,
suplica, haz lo que tengas que hacer para conocerle, ora, lee, medita, de día y
de noche, pues solo en él se esconde el misterio de la vida.
Quien
le conoce anda con su temor en el corazón, un temor que le aparta de la maldad,
teme no amarle como él le ama, teme no corresponder de la forma correcta, teme
no servir y ser un siervo inútil, teme no amar a su prójimo, teme no ser justo,
teme aprobar lo malo.
Conóceme,
te dice el Señor, conóceme y vivirás.
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