TIEMPO DE REFLEXIÓN
Por: Camilo Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe
Cuentan
que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de
herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la
presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?
¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el
tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la
expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía
fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el
metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si
fuera el único perfecto.
En
eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.
Utilizó
el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera
inicial se convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la
deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
"Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero
trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no
pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de
nuestros puntos buenos".
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo
unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad.
Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. Ocurre lo
mismo con los seres humanos. Observen y lo comprobarán. Cuando en una empresa
el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa
y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes
de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.
Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerla, pero
encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de
inspirar todos los éxitos humanos.
Mat 7:1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Mat 7:2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
Mat 7:3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu
propio ojo?
Mat 7:4 ¿O cómo dirás a tu hermano:
Déjame sacar la paja de tu ojo, y
he aquí la viga en el ojo tuyo?
Mat 7:5 ¡Hipócrita! saca primero
la viga de tu propio ojo, y entonces
verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Nuestra
naturaleza tiende a juzgar con mucha facilidad los defectos ajenos, con tal de
impedirnos ver los propios. Necesitamos de un despertar espiritual para que por
medio de la gracia divina podamos ver con facilidad nuestros propios defectos y
con ello aprender a ser humildes. La humildad no proviene de cuanto conocemos
las escrituras, sino de cuanto nos conocemos a nosotros mismos. La historia de
hoy es una hermosa reflexión sobre el trabajo en equipo y así como el
carpintero usa las cualidades de cada elemento, Dios hace lo mismo con su
iglesia, nos usa no según nuestro criterio o según lo malo que tenemos, sino
que usa aquello que él puede usar, la humildad, el amor, la devoción, para
hacer de cada uno de nosotros un instrumento que de gloria a su nombre, sin
importar la apariencia que se tenga y sin importar los defectos. No podemos
como iglesia de Cristo pasárnosla juzgando todo aquello que consideramos
diferente o aquello que no nos parece correcto, porque medimos y pesamos todo
bajo un criterio sesgado y mentiroso, más bien dejemos de lado los prejuicios y
vayamos tras la perfección en Cristo y permitamos que mientras creemos y
obedecemos a Dios, el pula nuestras defectos para que con amor podamos ver
aquello que es bueno, digno de alabanza, y bondadoso en cada ser que ha sido
creado a imagen y semejanza del Creador. El versículo nos recuerda que todos
tenemos algo que pueda ser criticado y juzgado por otro como algo negativo o
malo, y si nos quedamos en los defectos de los demás, jamás podremos ver los
nuestros, esos que necesitan de la gracia divina para ser corregidos y
perfeccionados en su amor y poder. Si aun así persistes en ver los defectos
ajenos, recuerda que tal como midas a los demás, se te medirá a ti, yo
preferiría tener un medidor bajo, de tal manera que aunque me equivoque la
medida aun me alcance para no caer en los prejuicios y en el engaño de la
crítica.
GUÍA
DE ESTUDIO
¿Qué
tan perfecto crees que eres?
¿Qué
tan seguido tiendes a caer en la crítica, el juzgamiento y el medir a aquellos
que te rodean?
¿Aun
puedes ver la viga que hay en tu ojo?
Si
reconociste que hay una viga en tu ojo, ¿porque sigues empeñado en encontrar la
paja en el ojo de tu hermano?
Y
a ti... ¿qué te dice el Señor?
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