TIEMPO DE REFLEXIÓN
Por: Camilo A. Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe
“Vengo,
maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?".
El
maestro sin mirarlo, le dijo: "Cuánto lo siento muchacho, no puedo
ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... -y
haciendo una pausa agregó-: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver
este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar".
"E... encantado, maestro", titubeó el joven, pero sintió que
otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas. "Bien",
asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y
dándoselo al muchacho, agregó: "Toma el caballo que está allí afuera y
cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una
deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes
menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que
puedas".
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el
anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven
decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de
oro, algunos reían, otros le daban vuelta a la cara y sólo un viejito fue tan
amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era
muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro
de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda
de oro. Rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se
cruzaba en el mercado más de cien clientes- y abatido por su fracaso, montó su
caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de
oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su
preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda...
Entró en la habitación. "Maestro, lo siento; no te pude conseguir
lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas do plata, pero
no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del
anillo".
"Qué
importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos
saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero.
¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y
pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo
vendas. Vuelve aquí con mi anillo".
El
joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su
lupa, lo pesó y luego le dijo: "Dile al maestro, muchacho, que si lo
quiere vender YA, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su
anillo".
"i58
MONEDAS!", exclamó el joven. "Sí, -replicó el joyero- yo sé que con
tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta
es urgente...".
El
joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
"Siéntate
-dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: Una joya,
valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?".
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Mat 23:12 Porque
el que se enaltece será humillado, y el que
se humilla será enaltecido.
El hombre quiere que todo el mundo le reconozca como
alguien valioso, de renombre aumentando su valía y vanagloria sobre esta
tierra, pero el sendero espiritual es contrario al camino de la exaltación. En
el camino a Dios, el que se humilla a sí mismo es mayor que aquel que busca ser
exaltado o reconocido en público. Tú eliges el camino que quieres seguir, el de
la vanidad y el engaño, o el de la verdad y la iluminación. La vida ha sido
dispuesta para confrontarnos con esta realidad. En la historia que leímos
encontramos a un joven que como muchos de nosotros se encontró con que nadie
daba valor a quien era, y de forma magistral el hombre sabio reconoció su valor
real y se lo mostró a través de una paradoja con la vida. En Mateo Cristo mismo
nos dice que nadie puede ir en pos suyo exaltándose a sí mismo y sus acciones,
sino que aquel que le busca en espíritu y verdad no le importa humillarse
reconociendo su maldad, y su necesidad de Dios. Solo en Dios podemos reconocer
el verdadero valor de nuestras vidas, tan alto que costo el precio que nadie más
podía pagar, sino Dios, la vida del unigénito del Padre.
GUÍA DE ESTUDIO
¿Qué camino estas buscando?
¿Esperas el reconocimiento y la gloria de los hombres?
¿Qué esperas de la vida, exaltación o humillación?
¿Cuál es tu actitud frente a la humillación?
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