Hay dos mares en Palestina.
Uno es fresco
y lleno de peces, hermosas plantas adornan sus orillas; los árboles extienden
sus ramas sobre él y alargan sus sedientas raíces para beber sus saludables
aguas y en sus playas los niños juegan.
El río Jordán
hace este mar con burbujeantes aguas de las colinas, que ríen en el atardecer.
Los hombres construyen sus casas en la cercanía y los pájaros sus nidos y toda
clase de vida es feliz por estar allí.
El río Jordán
corre hacia el sur a otro mar.
Aquí no hay
trazas de vida, ni murmullos de hojas, ni cantos de pájaros ni risas de niños.
Los viajeros escogen otra ruta, solamente por urgencia lo cruzan. El aire es
espeso sobre sus aguas y ningún hombre, ni bestias, ni aves la beben. ¿Qué hace
esta gran diferencia entre mares vecinos?
No es el río
Jordán. Él lleva la misma agua a los dos. No es el suelo sobre el que están, ni
el campo que los rodea, la diferencia es esta: El mar de Galilea recibe al río
pero no lo retiene. Por cada gota que le llega, sale otra.
El dar y
recibir son en igual manera.
El otro mar
es un AVARO... guarda su ingreso celosamente. No tiene un generoso impulso.
Cada gota que llega, allí queda. El mar de Galilea da y VIVE. El otro mar no da
nada. Le llaman el mar MUERTO.
Mateo 23:27 "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!,
que son como sepulcros blanqueados.
Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos
y de podredumbre.
Ay de nosotros si dejamos de
recibir la vida que proviene de Dios, pues nos convertiremos en un mar muerto,
un mar que aunque en apariencia pueda parecerse al otro, nunca será igual, pues
uno alberga vida y el otro no. Muchos mueren intentando mantener su vida tal
cual está ahora, y dejan de percibir la vida que proviene de Dios, porque algo
importante para recibirla es que no nos podemos adueñar de ella, esta solo esta
nosotros para ser transmitida, por eso el dar debería ser primordial en
nuestras vidas, porque por medio de él, manifestamos la gracia que nos ha sido
dada y dejamos de lado la avaricia, solo podemos recibir más en la medida en
que soltamos todo lo que nos ha sido dado para administrar y en la medida en
que nos reconocemos como administradores y no dueños. El mar que vive da,
mientras el que no da de lo que recibe, muere, se convierte en un sepulcro
blanqueado que parece hermoso por fuera pero está lleno de podredumbre, así
mismo el corazón del hombre si no da de lo que recibe, se vuelve egoísta y
donde habita el egoísmo no puede existir la presencia de Dios. Quien eres un
mar vivo? O uno muerto en su propio egoísmo y vanidad. Los maestros judíos de
la ley, parecían ante todos los mal pulcros, los más santos, pero solo quien
reconoce su podredumbre puede recibir la vida de Dios en él, sino continuara en
su misma podredumbre, y muerte, frustrado, quejándose, y aparentando algo que
no es.
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