lunes, 24 de junio de 2013

TIEMPO DE REFLEXIÓN


Hay dos mares en Palestina.
Uno es fresco y lleno de peces, hermosas plantas adornan sus orillas; los árboles extienden sus ramas sobre él y alargan sus sedientas raíces para beber sus saludables aguas y en sus playas los niños juegan.
El río Jordán hace este mar con burbujeantes aguas de las colinas, que ríen en el atardecer. Los hombres construyen sus casas en la cercanía y los pájaros sus nidos y toda clase de vida es feliz por estar allí.
El río Jordán corre hacia el sur a otro mar.
Aquí no hay trazas de vida, ni murmullos de hojas, ni cantos de pájaros ni risas de niños. Los viajeros escogen otra ruta, solamente por urgencia lo cruzan. El aire es espeso sobre sus aguas y ningún hombre, ni bestias, ni aves la beben. ¿Qué hace esta gran diferencia entre mares vecinos?
No es el río Jordán. Él lleva la misma agua a los dos. No es el suelo sobre el que están, ni el campo que los rodea, la diferencia es esta: El mar de Galilea recibe al río pero no lo retiene. Por cada gota que le llega, sale otra.
El dar y recibir son en igual manera.
El otro mar es un AVARO... guarda su ingreso celosamente. No tiene un generoso impulso. Cada gota que llega, allí queda. El mar de Galilea da y VIVE. El otro mar no da nada. Le llaman el mar MUERTO.

Mateo 23:27   "¡Ay de ustedes,  maestros de la ley y fariseos,  hipócritas!,  que son como sepulcros blanqueados.  Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre.


Ay de nosotros si dejamos de recibir la vida que proviene de Dios, pues nos convertiremos en un mar muerto, un mar que aunque en apariencia pueda parecerse al otro, nunca será igual, pues uno alberga vida y el otro no. Muchos mueren intentando mantener su vida tal cual está ahora, y dejan de percibir la vida que proviene de Dios, porque algo importante para recibirla es que no nos podemos adueñar de ella, esta solo esta nosotros para ser transmitida, por eso el dar debería ser primordial en nuestras vidas, porque por medio de él, manifestamos la gracia que nos ha sido dada y dejamos de lado la avaricia, solo podemos recibir más en la medida en que soltamos todo lo que nos ha sido dado para administrar y en la medida en que nos reconocemos como administradores y no dueños. El mar que vive da, mientras el que no da de lo que recibe, muere, se convierte en un sepulcro blanqueado que parece hermoso por fuera pero está lleno de podredumbre, así mismo el corazón del hombre si no da de lo que recibe, se vuelve egoísta y donde habita el egoísmo no puede existir la presencia de Dios. Quien eres un mar vivo? O uno muerto en su propio egoísmo y vanidad. Los maestros judíos de la ley, parecían ante todos los mal pulcros, los más santos, pero solo quien reconoce su podredumbre puede recibir la vida de Dios en él, sino continuara en su misma podredumbre, y muerte, frustrado, quejándose, y aparentando algo que no es.

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