Las
siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1100)
en las criptas de la abadía de Westminster:
Cuando
era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar al
mundo.
Al
volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría. Entonces
acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar sólo mi país. Pero también, él
parecía inamovible.
Al ingresar
en mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar
sólo a mi familia, a mis allegados; pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora que
estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: Si me hubiera cambiado
primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia; a partir de su
inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y quién sabe, tal
vez incluso habría cambiado el mundo.
Pro 16:32 Más vale ser paciente
que valiente;
más vale dominarse a sí mismo que
conquistar ciudades.
El mundo nos satura con la idea de cambiar el mundo a nuestro acomodo,
en donde podemos tener lo que queramos, en donde podamos vivir como queramos, y
en donde podamos pensar como queramos, pero esto solo deja ver el egoísmo que
satura nuestro ser, el mundo tiene un sistema de valores diferentes en donde
lograr lo que se quiere es más importante que servir a los demás, y es a esto
lo que Dios nos llama a servir, pues no queremos transformar el mundo para que
sea a nuestro acomodo, sino como Dios quiere, pero para poder hacer esto no
sirve de nada las ganas o las intenciones, lo que verdaderamente funciona para
cambiar al mundo es que primero le permitamos a Dios cambiar nuestras vidas
para que podamos vivir bajo sus preceptos y su guía, los cuales nos llevan a
negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirle, pero para ello
necesitamos la ayuda de Su Espíritu Santo para que podamos conquistarnos a
nosotros mismos para así poder ser usados por Dios para alcanzar muchas almas
para la gloria de Dios. En vez de ir en pos de lo que egoístamente soñamos o
queremos, porque no conquistarnos a nosotros mismos por el poder de Dios, para
transformar el mundo. Conquistarse a si mismo no es algo fácil y no depende del
todo de nosotros, Dios necesita de nuestra disposición para que con paciencia y
Su disciplina podamos ver su voluntad hecha realidad sobre la tierra.
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