lunes, 25 de marzo de 2013

TIEMPO DE REFLEXION



Las siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1100) en las criptas de la abadía de Westminster:
Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soña­ba con cambiar al mundo.
Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría. Entonces acorté un poco mis objetivos y decidí cam­biar sólo mi país. Pero también, él parecía inamovible.
Al ingresar en mis años de ocaso, en un último intento desespera­do, me propuse cambiar sólo a mi familia, a mis allegados; pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora que estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuen­ta: Si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia; a partir de su inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y quién sabe, tal vez incluso habría cambiado el mundo.

Pro 16:32  Más vale ser paciente que valiente; 
 más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades.
El mundo nos satura con la idea de cambiar el mundo a nuestro acomodo, en donde podemos tener lo que queramos, en donde podamos vivir como queramos, y en donde podamos pensar como queramos, pero esto solo deja ver el egoísmo que satura nuestro ser, el mundo tiene un sistema de valores diferentes en donde lograr lo que se quiere es más importante que servir a los demás, y es a esto lo que Dios nos llama a servir, pues no queremos transformar el mundo para que sea a nuestro acomodo, sino como Dios quiere, pero para poder hacer esto no sirve de nada las ganas o las intenciones, lo que verdaderamente funciona para cambiar al mundo es que primero le permitamos a Dios cambiar nuestras vidas para que podamos vivir bajo sus preceptos y su guía, los cuales nos llevan a negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirle, pero para ello necesitamos la ayuda de Su Espíritu Santo para que podamos conquistarnos a nosotros mismos para así poder ser usados por Dios para alcanzar muchas almas para la gloria de Dios. En vez de ir en pos de lo que egoístamente soñamos o queremos, porque no conquistarnos a nosotros mismos por el poder de Dios, para transformar el mundo. Conquistarse a si mismo no es algo fácil y no depende del todo de nosotros, Dios necesita de nuestra disposición para que con paciencia y Su disciplina podamos ver su voluntad hecha realidad sobre la tierra.

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