EL
CAMINO A LA PERFECCION
Mateo
5:48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es
perfecto.
INTRODUCCION
Hace algún tiempo les hable de que la perfección era
posible, y lo sigo creyendo, el camino no ha sido fácil y al hablar con Dios
sobre el tema, me ha conducido por difíciles pasadizos de la fe para encontrar
las respuestas que he tratado de buscar para alcanzar la tan anhelada perfección.
He vivido mucha frustración al lidiar con mi propia
naturaleza que siento me impide llegar a tan anhelado sueño, pero siempre puedo
descansar en Cristo, mi roca, mi sustento y mi fortaleza en medio de la
debilidad.
He visto como muchos comienzan con el anhelo de ser
perfectos, pero terminan dándose por vencidos al fallar o al encontrarse con algún
revés. No es nada fácil procurar ser perfecto, y quiero que quede claro no
tiene tampoco mucho que ver con la falta de fallas, pues todos las tenemos con
cierta frecuencia, hasta los más avanzados en la fe. Pero nuestra perfección
solo puede ser por medio de Cristo.
DESARROLLO
Hay un dicho que reza así: “Comenzar es de muchos,
perseverar es de pocos”, muchos comenzamos en la fe con expectativas y anhelos
demasiado grandes que con el tiempo se convierten en una carga difícil de
sobrellevar. La frustración puede hacer que nos volquemos al desánimo y la apatía,
pero ese no es el camino. Se trata de perseverar en medio de las dificultades,
de seguir adelante cuando quisiéramos botar la toalla, de dejarlo todo cuando
nos sentimos frustrados, pero el creyente alcanza la perfección en medio de
esas situaciones permaneciendo en la fe, perdonando cuando nadie se lo merece,
dando cuando no recibe, y muriendo a si mismo cuando quisiera vivirlo todo.
La perfección no debe convertirse en un anhelo de vanidad,
quien solo procura la perfección por vanidad y orgullo ha equivocado el camino.
Quien evita el trato y la disciplina de Dios aun no comprende el propósito divino.
La perfección está allí en medio de nuestra debilidad, está allí en medio de
nuestras fallas, cuando nos volcamos a Dios y le pedimos perdón, cuando nos
arrepentimos, cuando nos mantenemos cercanos a él a pesar de todo.
Yo veo una fe perfecta en aquellos que sufren pacientemente,
en aquellos que aceptan la voluntad de Dios aunque no sea lo que ellos hubieran
querido, en aquellos que se dan a sí mismos por su prójimo aunque les hallan
herido, en aquellos que se levantan de sus caídas y en aquellos que no reniegan
de su fe en las más difíciles circunstancias. Antes creía que una fe perfecta
era la que lograba todo lo que se proponía, pero con el tiempo y los años
comprendo mejor que no se trata de mí, se trata de él y que lo que yo pienso
que podría glorificarle a él, no lo es y lo que pienso que no, lo hace en mayor
medida.
CONCLUSION
Si realmente deseas ser perfecto, ejercítate en la piedad,
procura siempre la virtud, déjate enseñar y nunca dejes de aprender, jamás
dejes el consejo de las escrituras y deja que Dios te guie siempre a la verdad.
Tomar la cruz y seguirle implica el sometimiento de nuestra
voluntad a él. Deja que Dios te discipline, te enseñe, te guie, te muestre y te
encontraras perfeccionando tu fe, el amor y la gracia de Dios en todos aquellos
que te rodean.
Con los años y a las duras he aprendido grandes lecciones de
mi ignorancia he aprendido su sabiduría, de mi soberbia su humildad, de mi
pecado su santidad y de mi debilidad su fortaleza, y sigo aquí procurando
siempre que nos perfeccione en su gracia y amor siempre.
Recuerda que las escritura menciona que: “Pero gracias a él
ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría
—es decir, nuestra justificación, santificación y redención”— (1 Corintios 1:30
NVI) Y si Cristo es nuestra sabiduría, nuestra justificación, nuestra santificación
o perfección y también nuestra redención, entonces pongamos los ojos en Jesús, sigámosle
y procuremos obedecer sus mandamientos.
Oremos, Señor procuramos tu perfección para ser más como tú,
ayúdanos en medio de nuestra debilidad y permítenos avanzar en la fe, disciplínanos
con amor, enséñanos con sabiduría y humíllanos para que jamás permitamos que el
orgullo llene nuestros corazones, amen.
Por: Camilo Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe
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