Estudio Bíblico
Por: Camilo Sastoque M.
Ministerio Unidad de la Fe
Gal 3:1 ¡Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha sido
presentado tan claramente?
Pablo
continua exhortando a los gálatas para que no se aparten de la fe, por seguir
la enseñanzas legalistas judaizantes que impregnaban la iglesia, tal cual hoy
en día, su exhortación es dura en gran medida porque como era posible que
siendo inteligentes como él lo había reconocido, pudieran dejarse engañar y ser
hechizados, engañados, para hacer caso a la insensatez, como creyentes podemos
ser muy inteligentes, pero la inteligencia que no se ha rendido a Dios siempre
conducirá al orgullo, y este a la caída de la fe. Pablo sin lugar a dudas había
presentado el mensaje correcto de la manera correcta, tan claro para la fe que
no cabía sombra de duda, pero los gálatas fascinados por las enseñanzas judías,
habían caído en la necedad al seguir las obras y dejar de confiar en la fe.
Muchos creyentes caen en los mismos engaños en los que cayeron los gálatas,
pues continúan en congregaciones legalistas, que confían en las obras, que
dejan la fe y la gracia para confiar en el conocimiento ciego que les es
presentado sin cuestionamiento, lo cual siempre termina mal, por eso debemos
sujetar toda enseñanza a la escritura para que sea real y verdadera, poderosa
para trasformar y liberar de todo engaño a nuestra mente.
Gal 3:2 Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que
demanda la ley, o por la fe con que
aceptaron el mensaje?
La forma en que confronta sus argumentos
es maravillosa pues no se ampara en la doctrina, sino en su experiencia, no
habían recibido el Espíritu Santo por fe?, para que se volvieran a las obras?,
no habían experimentado el Espíritu solo al creer?, entonces porque volverían
al engaño?, pues en algunas ocasiones el interponer nuestra mente y argumentos
a la verdad puede hacernos caer de la gracia para volver a la ley. Su respuesta
aclararía todo argumento y dejaría sin fundamento toda mentira o engaño.
Gal 3:3 ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el
Espíritu, ¿pretenden ahora
perfeccionarse con esfuerzos humanos?*
Si son tan inteligentes como
parecen, porque entonces habiendo comenzado con la verdad terminaran en la
mentira o el engaño que han permitido surgir en su alma?, nuestro crecimiento
espiritual no depende del esfuerzo humano, claro que debemos esforzarnos, pero
no con la intención de lograr algún beneficio, sino con el ánimo de mantenernos
en unidad con el Padre y el hijo, en comunión, mientras que el esfuerzo de los
gálatas se había apartado de esta premisa y se había enfocado en el esfuerzo
propio como fuente de perfección y santidad, tal cual los religiosos de la
época, cuando nuestra perfección y santidad provienen de Dios y es por Su
gracia que podemos mantenernos allí.
Gal 3:4 ¿Tanto sufrir, para nada?*
¡Si es que de veras fue para nada!
Como siervo de Dios habiendo pasado
tantas vicisitudes por compartirles el mensaje, ahora pareciera que su esfuerzo
espiritual había sido en vano, pero no es así, su esfuerzo y exhortación darán
fruto. La iglesia debe preocuparse por que los nuevos creyentes aprendan a
vivir en el espíritu, que su fe sea sostenida por una constante y frecuente
comunión con Dios, y no solo por sus disciplinas espirituales, que no son
malas, pero la mente puede pretender que sean ellas con las que se busque el
perfeccionamiento espiritual, lo cual es un error.
Gal 3:5 Al darles Dios su Espíritu y hacer milagros
entre ustedes, ¿lo hace por las obras
que demanda la ley o por la fe con que han aceptado el mensaje?
De nuevo se apega a su experiencia
y les confronta con lo que han recibido de parte de Dios. El que Dios haya
puesto su Espíritu sobre nosotros no dependió del esfuerzo humano, ni los
milagros tampoco, nadie jamás los alcanzo por hacer algo, siempre llegaron por
medio de la fe, y para creer no se necesita hacer cosas, se necesita descubrir
quién eres en Dios.
Gal 3:6 Así fue con Abraham: "Creyó a Dios, y ello se le tomó en cuenta como
justicia."*
El antiguo testamento también da fe
de ello, pues Abraham no fue justificado por sus obras, sino por creer a Dios.
Su fe fue la que le justifico, y para que esa fe naciera, Abraham tuvo un
encuentro con Dios, escucho su voz y puso por obra lo que el demando.
Gal 3:7 Por lo tanto,
sepan que los descendientes de Abraham son aquellos que viven por la fe.
A Abraham le fue prometida una
descendencia que sería como las estrellas del cielo (Gen 15:5). Pero solo tuvo
2 hijos naturales, Isaac e Ismael, que hoy son millares, pero los hijos de la
fe son muchos más. Lo cual nos muestra que las promesas de Dios se cumplen en
la eternidad, no en el tiempo que nos limita. También nos fue provista una
justificación igual que la de Abraham, por medio de la fe.
Gal 3:8 En efecto,
la Escritura, habiendo previsto
que Dios justificaría por la fe a las naciones,
anunció de antemano el evangelio a Abraham: "Por medio de ti serán bendecidas todas
las naciones."*
Abraham también conoció el
evangelio, el mensaje de salvación para la humanidad, pues fue a través de su
descendencia que vino el mesías, y con el cual fueron bendecidas todas las
naciones. Y este mensaje estaba impregnado de la misma esencia, la misma
verdad, la misma justificación por fe.
Gal 3:9 Así que los que viven por la fe son
bendecidos junto con Abraham, el hombre
de fe.
Abraham es conocido como el hombre
de fe, por el cual el mensaje de salvación y el salvador llegaron a bendecir
nuestras vidas. Somos bendecidos al haber podido recibir por gracia esta
bendición que nos permite creer y ser justificados por la fe.
Gal 3:10 Todos los que viven por las obras que demanda
la ley están bajo maldición, porque está
escrito: "Maldito el que no
practica fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley."*
Vivir por fe implica que la obra
redentora y justificadora de Cristo opera en nosotros para salvación, lo cual
nos libra de la maldición de la ley, con la cual era necesario poner por obra
todo, no algunas cosas, sino todo lo que la ley demanda. Libres de su yugo, un
yugo difícil para el alma, pero liviano para el espíritu vivificado en Cristo
la libertad de su opresión nos permite operar con verdad y libertad.
Gal 3:11 Ahora bien,
es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque
"el justo por la fe vivirá".*
Nadie puede alcanzar la naturaleza
divina por medio de la ley, porque en ella no hay justificación, pero cuando
entendemos por la fe y la revelación de Dios la obra que ha tomado forma en
nosotros, entonces comprendemos que justificados en Cristo es que podemos vivir
por fe, ya no cargamos el pesado yugo de cumplir con la ley, ahora la ley se
vuelve vida en Cristo y opera en nuestras vidas con mayor fuerza en la medida
en que tenemos más comunión con Dios.
Gal 3:12 La ley no se basa en la fe; por el contrario, "el que practica estas cosas vivirá por
ellas".*
La práctica de la ley se convierte
en un yugo difícil de romper, porque el alma se apega a ellas como medio de
vida, argumentara con todo lo que tiene para hacer evidente su necesidad de la
ley, pero sin descubrir su esencia. La cual solo puede ser descubierta en
Cristo, quien nos justifica por su obra redentora en la cruz y nos libera del
yugo con el que vivimos tratando de poder lograr algo difícil para el alma,
pero que en Cristo se hace fácil, porque la fe nos permite poner por obra la
ley, pero sin que esta sea la que nos de vida, sino que es el Espíritu Santo el
que nos vivifica.
Gal 3:13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley
al hacerse maldición por nosotros, pues
está escrito: "Maldito todo el que
es colgado de un madero."*
La maldición solo puede ser rota
cuando esta se cumple, de manera que alguien debía llevarla, alguien debía
cargar con el peso de esta maldición que recaía sobre toda la humanidad, así
que Cristo la tomo en la cruz y se hizo maldición por nosotros, rescatándonos y
redimiéndonos del precio que teníamos que pagar, dando cumplimiento a la ley,
la cual quedo sin poder sobre aquellos que confían en su obra redentora.
Gal 3:14 Así sucedió,
para que, por medio de Cristo
Jesús, la bendición prometida a Abraham
llegara a las naciones, y para que por
la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa.
Jesús es el cumplimiento de la
bendición que Dios dispuso a través de Abraham, pues al poner nuestra fe en
Cristo, es que podemos ser partícipes de la promesa de bendición y con ella
disfrutar del quebrantamiento de toda maldición sobre nuestras vidas y
familias. Pero para que esto opere en el creyente, este debe entender este
conocimiento no con su mente, sino con el corazón, en donde la revelación obra.
Gal 3:15 Hermanos,
voy a ponerles un ejemplo: aun en el caso de un pacto* humano, nadie puede anularlo ni añadirle nada una vez
que ha sido ratificado.
El pacto entre los hombres que no
tienen la misma importancia y connotación no podía ser anulado por ninguna de
las partes como acostumbraba hacerse, ni se le añadía alguna clausula posterior.
Cuanto más el pacto divino que es terno, no caduca con el tiempo, ni se cambia
porque Dios no cambia su forma de pensar, ni le añade absolutamente nada, luego
de que el pacto ha sido ratificado o entendido por la otra parte.
Gal 3:16 Ahora bien,
las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: “y a los
descendientes", como refiriéndose a
muchos, sino: “y a tu
descendencia",* dando a entender uno solo,
que es Cristo.
Jesús es la personificación del
cumplimiento de esta promesa. El cumplimiento de esta promesa no ocurrió con el
hijo de Abraham, Isaac su descendencia natural, sino que aconteció con Jesús,
como descendencia sobrenatural. Como con la iglesia, los que creen, están en
unidad con el Hijo, entonces la promesa también se cumple para nuestras vidas.
Gal 3:17 Lo que quiero decir es esto: La ley, que vino cuatrocientos treinta años
después, no anula el pacto que Dios
había ratificado previamente; de haber
sido así, quedaría sin efecto la
promesa.
La ley que vino después de la
promesa no anulo el pacto que da vida a la promesa. La dispensación de “la promesa” empezó con el llamamiento
de Abrahán desde Ur a Canaán, y terminó en la última noche de la morada de su
nieto Jacob en Canaán, la tierra de promesa antes de partir a Egipto. La
dispensación de la ley, que engendra la esclavitud, empezó desde el tiempo de
su entrada en Egipto, la tierra de esclavitud. Fué a Cristo, en Jacob así como
en su abuelo Abrahán y su padre Isaac, pero no a él ni a ellos como personas, a
quien fué pronunciada la promesa. La ley no puede contener la promesa, pues
ella va dirigida a la mente del hombre, pero la promesa se dirige al espíritu.
Gal 3:18 Si la herencia se basa en la ley, ya no se basa en la promesa; pero Dios se la concedió gratuitamente a
Abraham mediante una promesa.
La herencia del creyente se basa en
la promesa, con la cual todos son alcanzados en la fe, que el mismo Abraham
profeso. Si la herencia fuese por la ley, entonces el cumplimiento de ella por
medio de las obras sería suficiente, pero no lo es.
Gal 3:19 Entonces,
¿cuál era el propósito de la ley?
Fue añadida por causa de* las transgresiones hasta que viniera la
descendencia a la cual se hizo la promesa.
La ley se promulgó por medio de ángeles,
por conducto de un mediador.
Es interesante como Pablo puede
comprender por el espíritu el propósito de la ley, que surge a causa de las
transgresiones, pero también ella encuentra su esencia al ser revelada con el
cumplimiento de la promesa, pues en Cristo la ley deja de ser algo externo para
convertirse en algo que proviene del interior. Pero para que pudiera ser
comprendida y dejara de ser tan solo un compromiso externo, se necesitaba de un
mediador, para que nos condujera a la esencia de esta misma verdad. La ley no
apareció como añadidura al pacto, más bien apareció para revelar el corazón del
hombre y para que fuese comprendida en su totalidad por Cristo como mediador.
Gal 3:20 Ahora bien,
no hace falta mediador si hay una sola parte, y sin embargo Dios es uno solo.
El pacto divino cuenta con un
mediador, que ha hecho posible que la ley se revele al corazón del hombre, y
este deje de vivir bajo su yugo, y empiece a vivir por el espíritu. Dios es
unidad, en el no hay división, todo el que está en él ha sido unido por un
medio, y este medio es Cristo, para permanecer en Dios, se necesita que Cristo
medie en esa unión, así el hombre dejara de ser el mismo, y podrá vivir
verdaderamente en Dios.
Gal 3:21 Si esto es así, ¿estará la ley en contra de las promesas de
Dios? ¡De ninguna manera! Si se hubiera promulgado una ley capaz de dar
vida, entonces sí que la justicia se
basaría en la ley.
La ley no está en contra de la
promesa, es solo un catalizador para que esta pudiera llegar a volverse una
realidad palpable, por medio de Cristo. La Justicia se basa en Cristo, el es
nuestra justicia, la justicia no es una norma o regla a seguir, pertenece al
estado de unidad con Dios, de manera que la ley solo puede ser percibida como
externa sin la fe, y con la fe, entonces, puede ser comprendida y revelada para
ser puesta por obra y para que el hombre pueda disfrutar de la promesa.
Gal 3:22 Pero la Escritura declara que todo el mundo
es prisionero del pecado,* para que mediante la fe en Jesucristo lo prometido
se conceda a los que creen.
La ley entro para que el pecado del
hombre fuese evidente a su mente, para que por medio de la fe en Jesucristo, el
hombre pueda reconocer a consciencia su estado pecaminoso y mediante esta fe
pueda hacer parte de la promesa revelada a los que creen.
Gal 3:23 Antes de venir esta fe, la ley nos tenía presos, encerrados hasta que la fe se revelara.
La ley apresa al hombre, porque
todo lo que el hombre desea eso lo posee, eso lo apresa. El hombre que desea
llegar a Dios por las obras, se hace preso de sus argumentos, de lo externo,
pero era necesario que así ocurriese para que la fe pudiera revelarlo todo, la
esclavitud y la libertad.
Gal 3:24 Así que la ley vino a ser nuestro guía
encargado de conducirnos a Cristo,* para que fuéramos justificados por la fe.
La ley tiene un propósito, y este
es el de guiarnos a Cristo, por ella se revela la incapacidad del hombre para
alcanzar la salvación, pero también le conduce a un despertar a aquel que ha
confiado en Dios y su camino.
Gal 3:25 Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al guía.
La ley en Cristo ya no es un yugo
pesado, ahora solo es algo a lo que se da cumplimiento por medio de la fe, el
guía no tiene el control, ahora Dios lo tiene, y él nos conduce por la vida,
para poner por obra sus mandamientos.
Gal 3:26 Todos ustedes son hijos de Dios mediante la
fe en Cristo Jesús,
La fe nos ha hecho hijos, Cristo ha
servido como mediador para que la promesa pueda volverse una realidad en
nuestras vidas, sin él la promesa no tendría efecto.
Gal 3:27 porque todos los que han sido bautizados en
Cristo se han revestido de Cristo.
El bautizo ademas de ser un acto de
fe, implica el hecho de ser revestidos de la unción con la que Cristo mismo fue
ungido, y de esta manera servir al propósito divino.
Gal 3:28 Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo
Jesús.
En Cristo no hay diferencias, las
diferencias pertenecen a lo externo, a lo superficial, de modo que en la medida
en que creces en conocimiento y revelación de las escrituras podrás ver a los
demás sin prejuicios, desde el interior y hacia el interior, solo as puedes
llegar a la unidad y la comunión.
Gal 3:29 Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según
la promesa.
Y si permanecemos en unidad, como
descendencia por medio de la fe, entonces somos coherederos con Cristo, para
que la promesa se haga una realidad aquí y ahora.