YO TAMPOCO TE CONDENO
—Nadie, Señor. —Tampoco yo te condeno. Ahora vete,
y no vuelvas a pecar.
INTRODUCCION
No sé si verdaderamente hemos estudiado a fondo la
misericordia y el amor con el que Cristo, Dios encarnado ve a la humanidad, a
diferencia de como los religiosos parecen ver el evangelio.
todo parece cambiar según la perspectiva del
evangelio que nos haya sido presentada o en la que hayamos decidió creer, habrá
mayor misericordia, perdón, amor y paciencia para con el pecador.
Quien creció en una iglesia legalista, vera al
pecador como a alguien inferior e indigno de su favor, quien creció en una
iglesia sana vera al pecador como lo que es, una oportunidad para mostrar la
gracia de Dios a alguien que seguramente la necesita, tal cual como un día la
necesitamos nosotros.
DESARROLLO
Este pasaje es difícil de entender, sobre todo si
se mira desde una perspectiva teológica o religiosa cerrada, porque se puede
mirar solo aquello que nos interesa, y perdernos todo el cuadro completo. Pues
es una historia que no siempre se predica, ante la imposibilidad de demostrar
lógicamente la salvación operando en una adultera que ha recibido la gracia de
Dios.
¿Cómo puede Cristo tener tal actitud contra una
flagrante pecadora?, pareciera entonces que su juicio en nada se parece al de
algunas congregaciones, en donde la gracia parece haber abandonado el lugar y
la ley se ha tomado la forma de pensar en aquel lugar. Parece que hemos
olvidado la misericordia que Dios tuvo para con nosotros.
Pues la actitud de Cristo debería permear la
nuestra, así como el trato a los pecadores de igual forma deberíamos tratarlos
a ellos nosotros, con amor, paciencia, sin condenación, sin prejuicios, sino
dejando de la gracia opere como un día opero en nuestras pecadoras vidas.
Parece que ahora en Cristo tenemos un estándar moral más alto para los que
deben y pueden ser considerados creyentes, pero que pensaría Cristo de ello.
Veo con dolor, como el criterio de algunos no se
parece en nada al criterio de Cristo mostrado en el evangelio, parece que su
estándar de alta moralidad les impide compartir con los pecadores, con los
rechazados, con los enajenados, con los exiliados, con los que sufren, los que
lloran, los pobres y necesitados. Si no vemos el evangelio desde la perspectiva
correcta podemos encontrarnos un día siendo iguales a los fariseos a los que
Cristo mismos trato de víboras (Mat 12:34), y por quien nos pidió que nos alejáramos
de sus enseñanzas o su levadura (Mat 16:6).
CONCLUSION
Si solo condenamos a aquellos que Dios procura
salvar, no iremos a ningún lado con el evangelio, apreciado hermano recapacita,
Dios te vio con misericordia, porque te cuesta tanto ver a los demás igual.
¿Acaso eres mejor que ellos?, si no fuera por la gracia de Dios andaríamos
igual a ellos, así que no tenemos nada de que gloriarnos como si fuera por
nuestro esfuerzo que somos mejores que ellos, nada de eso.
Si Cristo no condeno a la adultera, quien soy yo
para condenar a aquellos marginados, a los gais y lesbianas, a los adúlteros, a
los ladrones, a los mentirosos, a los orgullosos. No soy nadie para hacerlo,
pero eso tampoco tiene que impedirme predicar todo el evangelio, ni negarles la
oportunidad a cada pecador de que pueda conocer a un Cristo que no le condena y
que procura su salvación, en amor y gracia. Sin olvidar que le dijo que no
pecara más.
Siempre me sorprende como la gracia está por encima
de los dogmas, muchos religiosos de nuestra época tildarían a Jesús de ser un
inmoral, pecador, endemoniado, tal cual lo hicieron los religiosos de la época,
porque Jesús se preocupa más del corazón que de las obras o el conocimiento.
Oremos, Señor permítenos obrar en misericordia para
con aquellos que te necesitan, permítenos obrar con amor llevando el evangelio
de la forma correcta, sin condenación, sino con amor, paciencia y verdad, que
podamos mostrar ese mismo amor para con aquellos que como nosotros necesitan de
la gracia de Dios para abandonar y morir a su vieja naturaleza, amen.
Por: Camilo Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe
Por: Camilo Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe