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viernes, 23 de junio de 2017

MATRIMONIOS - EL PERDÓN


EL PERDÓN

Luc 6:37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.

INTRODUCCIÓN

No hay cosa más destructiva en la relación que la falta de perdón. No perdonar implica guardar rencor, guardar la herida y conservar la ofensa con la intención de ser vengada.
Sin perdón el amor no puede fluir. Se consuma todo el pensamiento y la emoción en las heridas producidas por equivocación intencional o no intencional.

Permanecer ofendido es el cáliz que produce frutos de odio, rencor, conflictos, discusiones y contiendas frecuentes. Mientras que perdonar es ir en contravía a la naturaleza carnal y rendir todo nuestro ser a Dios.

Conozco algunos hogares cuyo matrimonio se vino a pique luego de que por culpa de un error, la falta de perdón tomo el lugar de la restauración y la reconciliación y lo destruyo todo. Todo lo bonito que hemos construido en una vida puede ser acabado en un instante por la falta de perdón.

DESARROLLO

Jesús mismo dentro de sus enseñanzas nos revela que el perdón es necesario para poder ir al Padre, para poder restaurar nuestra condición espiritual, para poder crecer espiritualmente y para permanecer en unidad en la pareja.

Perdonar no es fácil, si no me crees pregúntaselo al cónyuge engañado, a la pareja a la que lo han traicionado, al que le han mentido, al que de él se han aprovechado, al que no le han amado. Todos en alguna medida sea poco o mucho hemos sido heridos por nuestra pareja, por sus palabras, sus emociones desbordadas, su desatención, su desamor, su falta de apoyo, su desconfianza o la poca confianza que nos genera, todo esto hiere nuestro frágil corazón y se necesita de una comunión profunda en el amor de Dios para aprender a perdonar y con ello librar la carga a la que nos hacemos cuando la herida pesa en nuestros corazones.

La única medida para perdonar es que así como fuimos perdonados de nuestros pecados por Dios, así mismo nosotros perdonemos a quienes nos ofenden, nos adeudan, nos tergiversan, nos hieren y aun mejor si quien lo ha hecho es nuestro cónyuge. El perdón es libertad, amor y entendimiento de la vida espiritual.

CONCLUSIÓN

Si no perdonamos estamos condenados a vivir encarcelados en el dolor de la herida que se nos hizo. Es tiempo de perdonar las ofensas de nuestro cónyuge, sin importar si ha cambiado o no, el perdón nunca debe ser condicionado. Aunque es más fácil perdonar cuando hay arrepentimiento y cambio verdadero.

Pidamos perdón cuando nos equivoquemos y que el orgullo no estorbe a la santidad y el amor en el matrimonio. Perdonemos la ofensa para poder continuar y aprendamos a sembrar lo bueno en nuestro cónyuge para cosechar frutos de bendición y dicha espiritual.

Cuando se nos dificulte perdonar o pedir perdón recordemos el sacrificio de Cristo en la cruz para el perdón de nuestros pecados, que no se nos olvide que Dios nos perdonó primero sin que nosotros se lo pidiéramos, así podremos aprender a ser más como Dios y a vivir en paz con nuestro cónyuge.

Oremos, Señor haz del perdón en el hogar la norma, que en medio de nuestra imperfección podamos crecer unidos en el hogar y soportar los defectos y errores del cónyuge con amor y paciencia, que la verdad y el amor siempre estén presentes y que el perdón que tú nos has prodigado sea el ejemplo que sigamos siempre, amen.


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