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lunes, 6 de enero de 2014

TIEMPO DE RELFEXION



El maestro es lo más grande que existe. El maestro es nada me­nos que aquel que no sólo vive para sí mismo sino que vive para sus alumnos. Vive con sus alumnos. Vivirá en sus alumnos, aún después de morir el maestro. Ser maestro no es un título es un don, es servicio, es entrega por aquellos a quienes Dios ha dispuesto mostrar Su verdad, un maestro es solo un instrumento, útil solo entregado por completo a Dios, con su ego rendido a Él, y entregado al servicio de la enseñanza y el aprendizaje. Maestro es aquel que se entrega por sus discípulos, no hay relación más profunda que esta, porque solo en ella hay comunión, el maestro deja de ser para el discípulo algo más y lo empieza  a ser todo.

El más grande maestro es Cristo. Él es, para los maestros cristia­nos, el modelo único. Cristo no vivió para sí mismo. Vivió por nosotros. Él vino al mundo para vivir con nosotros. Y, finalmente nos dejó su Cuerpo y su Sangre para vivir en nosotros.

Cristo nos enseñó que ser maestro significaba vivir por el discípulo y en el discípulo. Todo ello lo enseñó Cristo no sólo con palabras sino con su ejemplo personal. Cristo enseño la verdad, pero no solo la predico, también la vivió como ejemplo para nosotros.

Tener a Cristo como modelo de maestro es algo sencillamente maravilloso. Es una experiencia única. Nunca podrá entrar la ruti­na en nuestras vidas. Siempre habrá felicidad y el gozo de estar viviendo por el alumno, (tanto en las buenas como en las malas).

El maestro que tiene por modelo a Cristo, gozará por tener la con­vicción que su vida no es en vano, que aun después de su muerte vivirá en sus alumnos. El maestro cristiano ha de reconocer el don del que ha sido objeto y entregarlo con pasión por aquellos a quienes Dios le permite llegar.

Ante tal visión del maestro, por más años de experiencia que po­sea, cada año es un nuevo empezar. Cada discípulo es una nueva persona, es diferente, no hay nadie como él, pues la eternidad esta en conocer a Dios.

Los maestros tenemos que ver a cada discípulo con los ojos que Dios ve a cada persona que ha creado.

Los maestros tenemos que ver a cada discípulo como queremos que Dios nos vea a nosotros.

Los maestros tenemos que sonreír a cada discípulo como quere­mos que Dios nos sonría a nosotros.

Los maestros tenemos que perdonar a cada discípulo como quere­mos que Dios nos perdone. No podemos decir a nuestros discípulos: "Yo te conozco", sin dejarlo cambiar, crecer, madurar, sin con­fiar en él. Tenemos que tratar a nuestros discípulos, de la misma forma que lo hizo el padre con el hijo pródigo. No dijo: "Ya te co­nozco". Muy por el contrario, lo perdonó y le permitió volver, aprender y reconciliarse. Y el hijo pródigo había cometido faltas mucho mayores que nuestros discípulos.

Antes de orar, recapacitemos, la escritura menciona: "de Él,  por Él y para Él". Meditemos sobre nuestro compromiso como maestros cris­tianos. Meditemos, pues, si nuestra entrega, como maestros cris­tianos es “de Él, por El, y para El”. Solo ahí estaremos imitando con profundidad a Cristo, nuestro modelo.

Por todo ello, empecemos este nuevo año, con el entusiasmo y el candor de aquél que por primera vez ha escuchado a Cristo exclamar: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", y se entrega de lleno con todas sus fuerzas, con todo su corazón, con toda su alma, a mostrar ese Camino, esa Verdad y esa Vida a sus discípulos.

Sólo así seremos maestros cristianos felices porque seremos “de Él, por El y para El”, en nuestros discípulos.

 

Rom 11:36  Porque todas las cosas proceden de él,  y existen por él y para él.  ¡A él sea la gloria por siempre!  Amén.

La sociedad ha concebido al maestro como alguien en quien no se puede confiar, alguien ajeno, lejano, distante, alguien que no tiene nada que ver más allá del área que te enseña, los maestros dejaron de enseñar con su ejemplo, dejaron de inspirar a sus discípulos, porque ahora ya nadie busca ser discípulo de nadie, buscamos sacar lo que más podemos de alguien, pero no buscamos verdaderamente como discípulos, listos, preparados para aprender, para enseñar, pues hemos caído en el sistema de educación que ha vuelto al discípulo un mero alumno, al cual se le debe dar una información y evaluarle por ello, en vez de llevarle a ser lo mejor que él pueda ser, en todo, no solo en un área, la división de las áreas ha hecho que se pierda el contacto entre el maestro y el discípulo, porque parece que nadie puede enseñarte la verdad. La sociedad necesita maestros cristianos que sean diferentes, se necesitan hombres comprometidos con el discipulado, pero tal cual lo ha concebido Cristo, no como el sistema lo ha establecido, no podemos discipular a alguien que no quiere serlo, no podemos enseñar a alguien que no busca ser enseñado, porque lo único que podemos aportar es de lo que por gracia se nos ha permitido enseñar, de manera que para poder ser maestros y discípulos necesitamos ser diferentes, únicos, reconocer estas diferencias, y dones que hemos recibido, para dar gloria a Su nombre, reconociendo que todo proviene de Él, es por El, y para El, es en la entrega total en donde el maestro puede enseñar y donde el discípulo puede aprender de verdad, para que dejando todo prejuicio puedas aprender y ser guiado por Dios.

GUIA DE ESTUDIO

Eres un discípulo verdadero? O solo buscas aprender lo que te conviene?

Es Cristo tu maestro?

Como maestro cristiano enseñas la escritura? O lo que a ti te parece mejor?

Predicas con tu ejemplo?

Has buscado un maestro que te guie y enseñe?

Todo lo que haces lo haces porque reconoces que todo proviene de Él, por El y para El?.

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