ESTUDIO BIBLICO
Por: Camilo A. Sastoque M.
Ministerio Unidad de la Fe
2Co 3:1 ¿Acaso comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros
mismos? ¿O acaso tenemos que presentarles o pedirles a ustedes cartas de
recomendación, como hacen algunos?
Los siervos
de Dios genuinos han dejado de lado al ego, no se recomendarían a si mismos,
porque saben que hacerlo implica ego, no somos nosotros quienes nos
recomendamos, mas bien permitimos que Dios hable por nosotros, aunque no te des
cuenta son los demás quienes hablan de ti, quienes comparten tu testimonio y la
presencia de Dios en tu vida, si vives conforme a sus preceptos, no pedimos
recomendación, aunque si la pedimos es para no equivocarnos con aquellos que
hacen vana la palabra de Dios, no permitiendo que fuego extraño se entremezcle
con la verdadera adoración que rendimos a Dios, Pablo presentaba a sus
consiervos y hermanos en la fe, no porque quisiera recomendarlos sino porque
ellos hacen parte de su ministerio, porque al final son nuestros frutos los que
deben hablar por nosotros, no nuestras palabras o recomendaciones.
2Co 3:2
Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón,
conocida y leída por todos.
Y así debe
ser, el comportamiento y vida de nuestros discípulos debe mostrar con creces lo
que Dios hace y ha hecho en nuestras vidas, cada creyente que podemos tocar con
nuestro ministerio es nuestra carta abierta, conocida porque fue escrita con el
corazón, un corazón reformado en el amor de Dios, en donde el ego y la vanidad
no tienen cabida. Ser una carta es tener en nuestro corazón escrito el corazón
de Dios y más que escrito manifiesto en nuestros, pensamientos, obras y
palabras.
2Co 3:3
Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida* por
nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios
viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los
corazones.
Como fieles
representantes de Cristo en Su vida y testimonio, en nuestro corazón han sido
escritas las leyes de Dios por el Espíritu, para que por Su gracia podamos poner
por obra el corazón de la ley, que revela el corazón de Dios.
2Co 3:4
Ésta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo.
De esto debe
depender la confianza del creyente para con Dios, que por medio de Cristo no
por nuestra intermediación hemos alcanzado a los hermanos en la fe, para su
salvación, fortalecimiento y establecimiento en la fe de Dios.
2Co 3:5
No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra
capacidad viene de Dios.
Que
entendimiento hay en las palabras que Pablo suscita, que sabiduría, el puede
reconocer con humildad, que el poder hacer algo, la capacidad de hacerlo,
provienen de Dios, nosotros tan solo somos instrumentos, y en nosotros no
debe haber ego, solo la libertad de vivir para dar gloria a Su nombre, y
en la medida en que nuestra confianza se afianza en el poder y gracia divinos,
menos habrá de nosotros para entender Su voluntad, sin argumentaciones y
para vivir en obediencia.
2Co 3:6
Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la
letra sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu
da vida.
Capacitados
por El, por medio de la disciplina del Espíritu, podemos ser servidores, antes
no porque serviremos a nosotros mismos, ya no dependeremos de lo escrito en
letra, sino de lo que el Espíritu nos guía, porque depender de la letra hace
que nuestra mente aprenda a confiar en ella, una mente que no ha sido renovada
en la palabra, puede tergiversar toda la escritura a su conveniencia, no podrá
fluir en el Espíritu para dar vida a la escritura en sí mismo. Una iglesia que
recibe mucha palabra pero que la pone poco por obra, no es sana, así como
no es sano el obrar sin conocer la palabra, es un equilibrio de saber y
entender, para hacer sabiendo porque se hace lo que se hace en Dios.
2Co 3:7
El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en
piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de
Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se
estaba extinguiendo.
El ministerio
o servicio que se inició con la letra, o la ley, que conduce a la muerte de la
carnalidad en el hombre, fue grabado en piedras, que representan el corazón
duro de los israelitas, y que fue tipificado por la gloria que el rostro de
Moisés reflejaba ante el pueblo, pero que no duro mucho porque desde que salió
de la presencia del Señor, esta gloria ya se estaba extinguiendo, ya estaba
destinada a extinguirse.
2Co 3:8
Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso
el ministerio del Espíritu?
Si el
ministerio de la ley fue tal, que deslumbro al pueblo, no es más poderoso, mas
lleno de gloria el ministerio del Reino que establece el Espíritu?, el cual
refleja la gloria de Dios sobre nosotros, y jamás se extingue sino que sigue
creciendo cada día por la gracia de Dios, y que no está escrito sobre piedras,
sino sobre corazones que han sido quebrantados para mantenerse escrito por la
eternidad en el corazón del hombre.
2Co 3:9
Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso
será el ministerio que trae la justicia!
El pueblo de
Israel se consolido como un reino, que no pudo perdurar con el tiempo pues
estaba condenado al fracaso por su injusticia, más el ministerio que trajo el
reino hizo que la justicia divina fuese establecida sobre aquellos que creen y
reciben la justicia del hijo de Dios, sobre sus corazones, y mentes para
salvación y libertad.
2Co
3:10 En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se le
compara con esta excelsa gloria.
No podemos
seguir aferrados a lo pasado, aunque fue maravilloso y fue una tipología de lo
que habría de suceder, la gloria que Dios ha manifestado al presente es mayor,
y más poderosa para trasformar el corazón del hombre, ya no está escrita sobre
corazones duros, sino sobre corazones de carne que sienten y perciben el amor
de Dios.
2Co
3:11 Y si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto
mayor será la gloria de lo que permanece!
El
establecimiento del primer ministerio, el de la ley, desde su ordenamiento
estaba condenado a extinguirse, por eso si lees el antiguo testamento no
encontraras un periodo que perdure para siempre, siempre estaba cambiando,
mientras que en el nuevo testamento el cambio perdura para siempre y permanece porque
es eterno, el tiempo no lo establece, quedo establecido una vez y para siempre
en Cristo.
2Co
3:12 Así que, como tenemos tal esperanza, actuamos con plena
confianza.
Llenos de la
esperanza que tenemos en este ministerio que trae justicia, gloria y que
permanece para siempre, actuamos con confianza, sin temor, como vencedores,
solo quien comprende la esperanza en que vive por la gracia divina puede
confiar con plenitud.
2Co
3:13 No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro
para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba
extinguiendo.
Aunque esto
ocurrió hace miles de años, el acto de Moisés sigue repercutiendo en el diseño
de Dios, porque Moisés cubrió su rostro en señal de la extinción inminente del
ministerio que había obrado por la ley, de allí que aunque Moisés rescato al
pueblo, el pueblo de nuevo ha tenido que enfrentar muchos invasores que los
esclavizaron posteriormente, de modo que la gloria primera se consumió.
2Co
3:14 Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que
hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto.
El velo no les ha sido quitado, porque sólo se quita en Cristo.
Este acto de
Moisés de cubrirse el rostro ocurre hoy cuando los Israelitas, y judíos,
continúan siguiendo al ministerio que se basa en la ley, y aunque conocen la
escritura, esta no puede mostrar su gloria postrera porque ellos tienen el velo
que encubre su extinto ministerio. Más en Cristo el velo es quitado, y la
gloria postrera revelada, ya no se cubre, sino que se revela para salvación y
destrucción de toda carnalidad.
2Co
3:15 Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo
les cubre el corazón.
El velo que
les cubre su corazón es la piedra sobre la cual fue escrita la ley, en la cual
la confianza esta puesta en el hombre y no en Dios, aunque el diseño original,
era que el pueblo pudiera ver la gloria por sí mismo, ellos lo rechazaron, de
igual manera como rechazaron a Cristo, así que no pueden ver aunque quieran,
solo la gracia divina puede quitar el velo que cubre sus corazones y les impide
ver lo que en Cristo está disponible para nosotros.
2Co
3:16 Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es
quitado.
Volverse al
Señor implica dejarlo todo, todo precepto, concepto, o argumento ha de ser
desarraigado del corazón, obra que ocurre por el Espíritu en el corazón del
hombre, para que quitado el velo, pueda ver a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor.
2Co
3:17 Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el
Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Este pasaje
es tremendamente revelador, porque nos insta a que no hay nada que pueda dar
libertad al hombre más que el Espíritu Santo, y donde él se establece allí hay
libertad, de modo que no son todos creyentes por lo que hacen, sino por la
presencia de Su Espíritu en nosotros lo que nos hace libres de la maldad de
nuestro corazón, para vivir en liberad, si alguien no ha experimentado Su presencia,
entonces no es verdaderamente libre, porque tratara de vivir como creyente por
sus propios medios, pero descubrirá el engaño cuando se de cuenta que no puede
mantenerse libre de pecado, por sí mismo.
La libertad
que el Espíritu da al hombre primero en el espíritu, tu sebes que algo ha
cambiado, ya no eres el mismo, lo intuyes, no lo puedes explicar pero algo
dentro de ti se ha despertado, luego se percibe con la mente aunque no se
comprende todavía, más se entiende que algo se ha trasformado, porque
ya no deseas seguir haciendo lo que antes hacías, el deseo ha desaparecido, ya
no está presente en todo lo que antes estaba, tu mente empieza un proceso de
renovación, tus emociones también empiezan a ser trasformadas y canalizadas,
ahora por ultimo lo percibe tu cuerpo, quien empieza a revitalizarse, a
percibir cosas diferentes, a tener necesidades diferentes, se percibe
una fortaleza que antes no estaba, y puede sentir y percibir que tu voluntad
ahora es libre de elegir, antes no, pero ahora puedes percibir cada parte de tu
ser y descubrir la libertad que te ha sido entregada.
2Co
3:18 Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto
reflejamos* como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a
su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el
Espíritu.
No hay palabras más hermosas para describir
la trasformación de nuestro ser por el Espíritu del Señor, la trasformación es
un proceso que puede durar una vida, pero que entre más entrega y devoción se
experimenta más avanza en nuestras mentes y corazones, hasta que podemos
reflejar la gloria de Dios como un espejo sin manchas, el espejo es nuestro
espíritu, mas esta gloria no se extingue, perdura y se mantiene por la
eternidad, somos trasformados a su semejanza por el Espíritu para que le
manifestemos a Él en todo y en todos.