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lunes, 2 de septiembre de 2013

TIEMPO DE REFLEXIÓN


Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron.
El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger una entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo ro­deaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran es­cabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba, para nada, pacífico.
Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto que crecía en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en me­ dio de su nido... ¡Paz perfecta!
¿Cuál crees que fue la pintura ganadora? El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? "Porque, -explicaba el rey- paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz".
Y tú... ¿ya sabes Quién te da la verdadera paz del corazón?

Juan 14:27   La paz les dejo;  mi paz les doy.  Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo.  No se angustien ni se acobarden.


La paz de Dios no es la que nos libra de vivir cosas malas, es aquella que está presente cuando esas cosas malas suceden para decirnos, aquí estoy, no estás solo, yo estoy contigo, quien es contra ti?, es allí en medio de las dificultades, de las pruebas más duras cuando más podemos alcanzar en profundidad el corazón de Dios, su compañía, su amor y consuelo, esa es Su paz una paz que supera la paz que se tiene cuando todo parece ir bien, más bien esta paz nos da la tranquilidad de que aunque todo este mal hoy, mañana va a cambiar a nuestro favor, la prueba hará de nosotros mejores seres, su paz no es dada como la quiere el mundo, porque el mundo no quiere problemas, quiere estabilidad, quietud, pero Dios sabe que ese estado no te permite crecer, no te puede hacer más fuerte, antes te destruye y te aparta de Él, por eso nos dice, que no nos angustiemos, ni nos llenemos de cobardía, porque será en medio de la batalla donde podrás conocer Su paz, Su gracia y perdón. La historia nos acerca a esta realidad, en medio de las dificultades podemos hallar Su paz, en quietud, en amor, sabiendo que aunque todo se levante en nuestra contra, Tu estas con nosotros, tu no nos abandonaras, en ti y solo en ti esta nuestra victoria, la victoria que vence al mundo, nuestra fe por la cual vivimos y moriremos, dando gloria a Su nombre. Su paz no puede ser igual a la del mundo, porque la paz del mundo no es duradera, es perecedera, en cambio la paz de Dios es eterna, no cambia, se mantiene en todo momento, somos nosotros que nos adormecemos y no la percibimos, pero si estamos conscientes de Su presencia ella siempre esta dispuesta para nosotros.

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