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lunes, 8 de julio de 2013

TIEMPO DE REFLEXIÓN


Un gran rey estaba rezando en la sinagoga por la mañana temprano. El rabino estaba acompañándole. Estaba oscuro, y llegó un mendigo.
El rey rezaba, diciendo: «Dios, yo no soy nadie, solo soy nada».
Y el rabino también rezaba, diciendo: «Dios, yo no soy nadie, solo soy nada».
Entonces oyeron al mendigo, que también decía: «Dios, yo no soy nadie, solo soy nada».
El rey dijo al rabino: «¡Mira quién está tratando de no ser nadie! ¡Mira quién pretende no ser nada!, ¿un mendigo? ¿Cómo te atreves..., delante de un rey? Estoy diciendo que no soy nada, nadie —¿y un mendigo osa pretender que él tampoco es nada, nadie? Esto es una ofensa».

Romanos 7:18  Yo sé que en mí,  es decir,  en mi naturaleza pecaminosa,  nada bueno habita.  Aunque deseo hacer lo bueno,  no soy capaz de hacerlo.


Esta historia nos revela lo profundo del cambio de mentalidad del ser humano, muchos pueden pretender ser humildes, pero eso tan solo es eso, una pretensión, porque en su interior no ha cambiado nada, sigue en el mismo estatus quo, sin cambio, sin poder ver la realidad, podemos intentar cambiar por nuestras propias fuerzas, pero al final como en la historia nuestra verdadera intención siempre va a ser revelada, el orgullo siempre saldrá a la luz, solo quien comprende que por sus propios medios no puede liberarse a sí mismo, sufre un cambio en su forma de pensar, sufre un arrepentimiento, por eso Pablo nos insta a reconocer que no hay nada en nosotros que sea bueno, sino estamos con Dios, pues nuestra naturaleza carnal o natural, nos aparta del privilegio de compartir con Dios, en ella habita, toda división, contienda, celos, envidias, odio, rencor y muchas cosas más, que en muchas ocasiones no podemos ver, por eso como en la historia algo tiene que suceder para que podamos ver que aunque pretendamos ser espirituales, si no reconocemos nuestra bancarrota espiritual, Dios no puede obrar en nosotros, la luz no puede llegar a donde nosotros mismos le hemos tapado la entrada, y aunque deseemos ser buenos, o comportarnos de esa manera muchas cosas nos mostraran que tan solo es apariencia, que nada ha cambiado. Reconozcamos que sin él, no somos nada, nada tenemos y que solo en el nuestro ser se halla completo, restaurado y bendecido para la gloria de Su nombre.

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