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lunes, 11 de diciembre de 2017

TIEMPO DE REFLEXIÓN


Un corazón lleno de alegría es resultado de un corazón que arde de amor.
La alegría no es sólo cuestión de temperamento, siempre resulta difícil conservar la alegría, motivo mayor para tratar de adquirirla y de hacerla crecer en nuestros corazones.
La alegría es oración; la alegría es fuerza; la alegría es amor. Da más quien da con alegría.
A los niños y a los pobres, a todos los que sufren y están solos, bríndales siempre una sonrisa alegre; no sólo les brindes tus cui­dados sino también tu corazón. Tal vez no podamos dar mucho, pero siempre podemos brindar la alegría que brota de un corazón lleno de amor.
Si tienes dificultades en tu trabajo y si las aceptas con alegría, con una gran sonrisa, en este caso, como en muchas otras cosas, verás que tu bien sí funciona.
Además, la mejor manera de mostrar tu gratitud está en aceptar todo con alegría.
Si tienes alegría, ésta brillará en tus ojos y en tu aspecto, en tu conversación y en tu contento. No podrás ocultarla porque la ale­gría se desborda.
La alegría es muy contagiosa. Trata, por tanto, de estar siempre desbordando de alegría donde quiera que vayas. La alegría ha sido dada al hombre para que se regocije en Dios por la esperan­za del bien eterno y de todos los beneficios que recibe de Dios. Por tanto, sabrá cómo regocijarse ante la prosperidad de su veci­no, cómo sentirse descontento ante las cosas huecas.
La alegría debe ser uno de los pivotes de nuestra existencia. Es el distintivo de una personalidad generosa. En ocasiones, también es el manto que cubre una vida de sacrificio y entrega propia. La persona que tiene este don muchas veces alcanza cimas eleva­das. El o ella es como el sol en una comunidad.
Deberíamos preguntamos: "¿En verdad he experimentado la ale­gría de amar?". El amor verdadero es un amor que nos produce dolor, que lastima y, sin embargo, nos produce alegría. Por ello debemos orar y pedir valor para amar.
Que Dios te devuelva en amor todo el amor que hayas dado y toda la alegría y la paz que hayas sembrado a tu alrededor, en todo el mundo.

Lucas 6:30 A cualquiera que te pida,  dale;  y al que tome lo que es tuyo,  no pidas que te lo devuelva.

Nuestra felicidad jamás debe depender de nuestras emociones, pues ellas cambian constantemente y al vernos afligidos en alguna manera pronto perdemos todo ánimo, pero sí en cambio ponemos toda nuestra felicidad en Dios, como el no cambia, nuestra felicidad nunca cambiara. Procuremos servir con la felicidad y alegría que deben producir en nosotros un corazón encendido en el amor de Dios, que nunca falte en nosotros la capacidad de servir a quien lo necesite, pues siempre somos prontos para oír, pero tardos para poner por obra. Este mundo necesita creyentes afirmados en el amor de Dios que al encender sus corazones procuren servir por amor a su amado y procuren entregarlo todo por aquel que lo dio todo por ellos, Jesús. La reflexión nos recuerda que lo que sembremos, recogeremos, por eso preocupémonos mas por sembrar, amor, servicio, paz, alegría, amistad, bendición y reconciliación entre todos para que podamos recibir eso y mucho mas en Cristo. La palabra nos recuerda que todo aquel que tiene necesidad puede recibir de nosotros de aquello que tenemos, puede que no sea dinero, aunque si lo necesitan también podemos ofrecerlo, pero otros necesitan ánimo, ayuda, hablar, compartir, dejar la soledad, comprensión, perdón y reconciliación. Somos instrumentos de Dios para dar al mundo de lo que él mismo nos ha provisto, ¿tienes dinero? Apoya causas justas y a los necesitados, nunca dejes de dar. ¿Tienes alegría? Contagia a todos con ella y procura amarles con misericordia. ¿Tienes amor? Dalo sin medida. ¿Tienes palabra y verdad? Amales entregando la verdad del evangelio y su mensaje para que compartamos la gracia y el amor de Dios.

GUIA DE ESTUDIO

¿Con quién puedes compartir algo?
¿A quien te debes, que pueda estar necesitándote?
¿Qué necesitas tú?

¿Qué tienes para dar?

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