ESTUDIO BÍBLICO
Por: Camilo Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe
ESTUDIO
JUAN CAPITULO 1
Joh 1:1
En el principio (Comienzo, origen, fuente, soberanía.)
era (estaba (estábamos), era, fuimos.) el Verbo (la expresión divina, la unidad de la
realidad), y el
Verbo (la expresión divina de la unidad, logos
como la gran unidad de la realidad. Expresión divina) era (estaba) con (movimiento
hacia, acceso a, o cercanía a.) Dios
(divinidad suprema), y el Verbo (la
expresión divina de la unidad) era (estaba, era)
Dios (divinidad suprema).
Todo
tiene una fuente, un origen un comienzo dentro de la creación. Y del origen es
que habla Juan, empieza con la fuente de la cual provienen todas las cosas y de
donde también se desprende un verbo, una expresión de lo divino, la cual estaba
y era con Dios (la suprema divinidad). Estos primeros versículos deben ser
meditados y comprendidos por el discípulo. Juan escribe uno de los evangelios
más profundos en entendimiento de la divinidad, este evangelio no puede ser
tomado a la ligera, la superficialidad no existe en los escritos de Juan, su
intimidad con el Señor, le han permitido adentrarse en conceptos que rayan con
la religiosidad, pero que nos permiten entender la divinidad desde su fuente.
El verbo ha estado presente en toda la escritura como parte esencial de la
divinidad, nunca se había separado de esta hasta la aparición de Jesús en las
escrituras, quien es reconocido por Juan como el verbo o la palabra. Todo
entendido debe reconocer la unidad en la que permanecieron el Padre y el Hijo,
la cual puede ser conocida solo a través de la revelación divina. Si asistes
con prejuicios o creyendo que ya lo sabes todo, te perderás la comprensión de
la divinidad en su máxima expresión y sabiduría. La triunidad como hemos
llamado a la trinidad, concepto teológico con el que se le conoce, es de vital
importancia para reconocer la obra redentora de Dios sobre la humanidad.
Joh 1:2
Este era (estaba) en el principio (comienzo,
origen o fuente) con Dios (la divinidad suprema).
Juan
empieza con una revelación profundísima en su escrito, con la cual pretende dar
a conocer el origen de la creencia de los discípulos, sobre la divinidad de
Cristo. No ha habido mayor controversia dentro del cristianismo mismo como
esta: la divinidad de Cristo. Algunos mencionan que Jesús era un hombre que se
transformó en el Cristo, otros niegan la divinidad de Cristo. Pero todo este
embrollo se presenta en varios casos por las enseñanzas equivocadas que no se estudian
en profundidad, y otra por la falta de comunión con el Señor para que la
revelación sea completa. Muchos son los creyentes que tropiezan con la divinidad
de Jesús pues sus iglesias o congregaciones desconocen la revelación completa de
Dios. Juan conociendo que esto se presentaba desde el comienzo de la
cristiandad, empieza su evangelio describiendo lo que por revelación había
recibido de parte del Señor.
Joh 1:3
Todas las cosas por él fueron hechas (hacer que sea,
constituir, cumplir), y sin (apartado) él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
No
hay posibilidad alguna de desligar al verbo de Dios, ambos poseen la misma
esencia, la misma virtud. Juan nos describe que por medio de él (Cristo) fueron
hechas todas las cosas. Jesús el verbo eterno, fue quien permitió que todo
llegara a ser lo que es, dio cumplimiento a toda la escritura y constituyo una
iglesia apartada para Dios.
Joh
1:4 En él estaba la vida (zoe, vida espiritual), y
la vida era la luz (fuego, resplandor) de los
hombres.
Cristo
es quien permite al creyente conocer la vida espiritual que Dios ha dispuesto a
través de la redención del hombre, y nos permite entender que la vida
espiritual es luz, luz divina que alumbra a los hombres para volver a Dios.
Joh
1:5 La luz en las tinieblas (ausencia de luz) resplandece, y las tinieblas no prevalecieron (apoderarse,
poseer, alcanzar, asir, comprender.) contra ella.
Esta
luz divina descendió a la tierra donde la ausencia de a luz divina primaba, y
aunque las tinieblas quisieron destruirla, no prevalecieron, pues donde hay
luz, la oscuridad desaparece.
Joh
1:2 Cuando Dios creó todas las cosas, allí estaba la Palabra.
Cristo
estuvo cuando las cosas fueron creadas, así que no podemos pensar que no
perteneces a la divinidad. El conflicto por la unidad empieza en el shemá judío
que reza así: Deuteronomio 6:4 Oye, Israel:
Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Habla de la unidad de Dios, pero no
de una sola persona en la unidad. Así como el hombre es un espíritu, un alma y
un cuerpo y sigue siendo uno, Dios es Padre, Hijo, y Espíritu Santo en unidad.
Joh
1:3 Todo fue creado por la
Palabra,
y sin la
Palabra nada se hizo.
La
palabra tiene gran sentido para el creyente judío, porque desde la antigüedad
muchos fueron los maestros judíos que trataron de discernir un segundo poder en
la divinidad. Puede que para nosotros esta explicación no sea muy fácil de
entender, pero Juan le escribía probablemente a creyentes Judíos que sabrían
reconocer lo que Juan hablaba, el verbo, la palabra no parece tener sentido
para nosotros hoy en día, pero para el Judío que escuchaba frecuentemente la
Torá, sabia de que le estaban hablando, son muchas las referencias en el
antiguo testamento al verbo o la palabra, que solo son perceptibles en los
lenguajes originales en los que fue escrita, eso se pierde en la traducción al
castellano.
Joh
1:4 De la Palabra nace la vida,
y la Palabra,
que es la vida,
es también
nuestra luz.
Joh
1:5 La luz alumbra en la
oscuridad,
¡y nada puede
destruirla!
Juan
quiere dejar todo argumento en contra de la divinidad de Cristo, sin base, por
eso apela a las escrituras, al antiguo testamento para dar a conocer a los
creyentes que recibirían este evangelio, la verdad sobre Cristo, sin tapujos,
ni mentiras. Una revelación completa de su Señor a quien sirve y a quien por
revelación divina defiende con los argumentos de la escritura y la revelación
divina de esta.
Joh
1:6 Hubo un hombre enviado de
Dios, el cual se llamaba Juan.
Luego
de aclarar la divinidad de Cristo, Juan se dispone a entretejer la evolución de
su ministerio terrenal, para que la iglesia pueda comprender el propósito del
mismo.
Joh
1:7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
Juan
quiere dejar claro que todo tiene un propósito dentro de la creación, y Juan
bautista no sería la excepción. Juan vino para dar testimonio de la luz, a fin
de que su testimonio de cambio por la predicación del arrepentimiento surtiera
el efecto necesario y preparara el camino para la llegada del mesías a su
pueblo. Muchos, sino todos habían escuchado de Juan, un hombre que vivía en el
desierto y se alimentaba con lo que la naturaleza le proveía, vino como
testimonio de la verdad para llamar a pecadores al arrepentimiento y para
preparar a algunos de sus discípulos para que continuaran su camino con el
Maestro.
Joh
1:8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Juan
sigue el énfasis claro sobre la luz (que es Cristo), pero nos permite entender
que quienes sirven al propósito divino se convierten en espejos que reflejan la
luz divina a la creación. Somos testigos de la luz de Dios para la humanidad
que adolece de ella.
Joh
1:9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
Todo
aquel que se ilumina, lo hace a través de la luz divina, esa que vino a este
mundo y nos dio a conocer el camino de salvación.
Joh
1:10 En el
mundo estaba, y el mundo por él fue
hecho; pero el mundo no le conoció.
Todo
lo creado por él fue hecho, pero a pesar de ello y de encontrarse en el mundo.
El mundo no le reconoció debido a la segura espiritual en la que vive.
Joh
1:11 A lo suyo vino,
y los suyos no le recibieron.
Vino
a su pueblo escogido, pero este no le reconoció. Vino para salvar lo que se
había perdido, pero su pueblo, aquellos que decían esperarle no le acogieron.
Joh
1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
Y
mientras su pueblo no le acogió como el mesías esperado, dio la potestad y el
poder de ser hechos hijos de Dios por medio de la fe en su nombre.
Joh
1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Los
hijos de Dios no son engendrados por la carne o por medio de nuestra naturaleza
carnal, ellos solo pueden ser engendrados por medio de la fe, esa sustancia que
hace posible que la naturaleza divina pueda tener parte en el hombre.
Joh
1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Esa
misma palabra que estaba con el Padre en unidad perfecta, se hizo carne para
redimir a la humanidad, Juan como testigo ocular puede decir con certeza que
habito entre nosotros (la humanidad) como hijo único del Padre (este apelativo
de “hijo único” solo es usado para Cristo, quien fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo o sea de Dios), el resto entramos a Dios por adopción
mediante la fe en Cristo.
Joh
1:15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
Juan
bautista no tomo crédito por lo que hizo, sino que reconoció el propósito de su
vida a través de la exclamación de sus palabras y Juan el apóstol, las usa para
dar mayor énfasis a la divinidad de Jesús, quien es antes de Juan, y prima en
gloria y honor.
Joh
1:16 Porque de
su plenitud tomamos todos, y gracia sobre
gracia.
Del
cumplimiento o restauración por medio de la llegada de Cristo al hombre,
participamos todos de la gracia de Dios por la cual accedemos a un nuevo pacto.
“Gracia” es la palabra escogida
en el Nuevo Testamento para expresar toda la plenitud del nuevo pacto, todo lo
que reside en Cristo para los hombres.
Joh
1:17 Pues la
ley por medio de Moisés fue dada, pero
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
La
ley tuvo su expresión para con el pueblo por medio de Moisés, quien la entrego
y confirmo al pueblo, pero ahora en Cristo la gracia y la verdad han venido
para establecerse en el corazón del hombre.
Joh
1:18 A Dios
nadie le vio jamás; el unigénito
Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer.
Dios
no ha sido discernido por nadie, solo el unigénito del Padre podría darle a
conocer y eso fue lo que ocurrió en su ministerio terrenal.
Joh
1:19 Este es
el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú,
quién eres?
Juan
bautista se presenta a sí mismo como testigo de lo que sucedió cuando fue
confrontado ante los sacerdotes y levitas para que dijera a todos quien era.
Joh
1:20
Confesó, y no negó, sino confesó:
Yo no soy el Cristo.
Juan
solo se dignó a contestar que él no era el mesías esperado por su pueblo, a
pesar de llamar a su pueblo al arrepentimiento. La intención de los sacerdotes
nunca fue la de reconocer su testimonio de luz, ni la de reconocer ante el su
arrepentimiento, sino que fue una tenue entrevista para confrontar la herejía
que se suponía podría estar alborotando.
Joh
1:21 Y le
preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo:
No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió:
No.
Juan
bautista se reconoció a sí mismo como el siervo que es, conforme al propósito
de su llamado, nada más, nada menos, podría estar siendo confundido por los
sacerdotes y levitas, quienes le confrontaron queriendo saber si era Elías
(pues reconocían la profecía, en donde se describe que Elías volverá en los
postreros días).
Joh
1:22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos
enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Viéndose
sin motivo alguno para castigarle y mucho menos para refutar su testimonio,
entonces le preguntan ¿qué dices de ti mismo?
Joh
1:23 Dijo: Yo
soy la voz de uno que clama en el desierto:
Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
Juan
bautista como profeta del Señor, reconoce la profecía que desde tiempos
antiguos fue mencionada y que habría de cumplirse en él, Isaías 40:3.
Joh
1:24 Y los que habían sido enviados eran de los
fariseos.
Quienes
interrogaban a Juan, habían sido enviados por el grupo religioso judío
predominante, quienes se sentían sutilmente correspondidos con los profetas.
Joh
1:25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues,
bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
Ellos
conocían lo que las escrituras decían sobre el mesías, por ello, trataron de
conocer quién era este fulano que predicaba sobre el arrepentimiento y quien
bautizaba a sus discípulos. Pero su testimonio no se corroboraba con lo que
ellos creían conocer o saber.
Joh
1:26 Juan les
respondió diciendo: Yo bautizo con
agua; mas en medio de vosotros está uno
a quien vosotros no conocéis.
Joh
1:27 Este es
el que viene después de mí, el que es
antes de mí, del cual yo no soy digno de
desatar la correa del calzado.
Juan
sabia sobre lo que le estaban preguntando y responde como por revelación divina
con las palabras de los versículos 26, 27. Revelando el propósito y el camino,
que ellos jamás quisieron conocer o se dispusieron para ello.
Joh
1:28 Estas
cosas sucedieron en Betábara, al otro
lado del Jordán, donde Juan estaba
bautizando.
Todo
esto ocurrió antes de forma que Juan no tuviese que mentir, y no fuera acusado
falsamente, pues aun él no conocía lo que se revelaría en los siguientes
versículos.
Joh
1:29 El
siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él,
y dijo: He aquí el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo.
Juan
por fin tiene su encuentro con el Mesías. Juan solo necesita verlo para que por
medio de la revelación de Dios este pueda reconocerle y decir con grandiosa
sabiduría: “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Gran
frase que habría de revelar el propósito divino con el que Jesús se encarnó en
este mundo, siendo apenas un cordero, que habría de convertirse en un león.
Juan habla por inspiración divina sobre Jesús, reconociéndole y declarando su
intención: quitar el pecado del mundo.
Joh
1:30 Este es
aquel de quien yo dije: Después de mí
viene un varón, el cual es antes de
mí; porque era primero que yo.
Joh
1:31 Y yo no
le conocía; mas para que fuese
manifestado a Israel, por esto vine yo
bautizando con agua.
Juan
ya venía preparando a quienes le seguían sobre la llegada del mesías, su
predicación estuvo impregnadas de mensajes mesiánicos que pocos entendían y que
aun Juan, no conocía el tiempo en que llegarían a su cumplimiento. Primero
reconoce su primacía entre los hombres y también sobre su ministerio. Luego
reconoce que aunque no le conocía fue enviado primero para que luego él pudiera
manifestarse a la humanidad. Y antes de que Jesús se manifestara siendo como
ser humano, Juan debía con diligencia bautizar con agua preparando un grupo de
discípulos que se arrepintieran de sus pecados y la obra del Señor se
completara a la perfección.
Joh
1:32 También
dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como
paloma, y permaneció sobre él.
Juan
recobra en su relato del evangelio el testimonio poderoso de la divinidad de
Cristo, sobre quien se posó el Espíritu Santo en forma de paloma, lo cual había
sido un evento sobrenatural que marco al profeta.
Joh
1:33 Y yo no
le conocía; pero el que me envió a
bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que
permanece sobre él, ése es el que
bautiza con el Espíritu Santo.
Juan
seguía con devota obediencia la voluntad de Dios a quien nombra como “aquel”
que hablándole claramente le envió a bautizar y luego le dio instrucciones
claras sobre aquel que habría de venir y ocurriría el descenso del Espíritu
Santo y su permanencia. Jesús es quien Juan bautista reconoce como el que
habría de bautizar con el Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo es la
inmersión en la divinidad que solo puede ser impartida por medio de la fe. El
bautismo del Espíritu Santo también es conocido como el bautismo por fuego,
pues él es fuego que consume.
Joh
1:34 Y yo le
vi, y he dado testimonio de que éste es
el Hijo de Dios.
Juan
evangelista confirma el testimonio claro que evidenciaba la divinidad de Cristo
como el hijo de Dios, compartiendo el testimonio de Juan bautista y lo que este
había compartido a sus discípulos.
Joh
1:35 El
siguiente día otra vez estaba Juan, y
dos de sus discípulos.
Joh
1:36 Y mirando
a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Joh
1:37 Le oyeron
hablar los dos discípulos, y siguieron a
Jesús.
Juan
evangelista refuerza la veracidad del testimonio de Juan bautista dando a
conocer lo que sucedió después del bautismo de Cristo. Al siguiente día de
haberse bautizado Cristo (quien lo hizo como sometimiento a la voluntad del
Padre), Juan evangelista comenta que Jesús nuevamente pasa por allí, y
sucediendo esto, habla de nuevo por inspiración divina reconociendo a Jesús
como el cordero de Dios, forma como se le reconocía en la enseñanza de Juan
bautista al mesías, a lo que los discípulos de Juan (Andrés y probablemente
Juan quien escribe el evangelio posteriormente) responden siguiéndole para
hablar con él.
Joh
1:38 Y
volviéndose Jesús, y viendo que le
seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí
(que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?
Joh
1:39 Les
dijo: Venid y
ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.
Juan
evangelista y Andrés (hermano de Pedro) siguiéndole fueron confrontados por el
al darse cuenta que le seguían, entonces les pregunta sobre porque le siguen y
dice: ¿Qué buscáis?, ellos con reverencia le llaman rabí o maestro lo cual no
era común entre el pueblo, no a todos podías llamar maestro, solo a uno y ese
era a quien tu buscabas para que te enseñara la verdad. Su interés es genuino
pues quieren compartir y aprender de aquel a quien Juan Bautista llama cordero
de Dios. Jesús les convida a seguirle y pasaron con Jesús todo ese día hasta
las 4 de la tarde.
Joh
1:40
Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los dos que habían
oído a Juan, y habían seguido a Jesús.
Juan
evangelista describe a Andrés como un discípulo de Juan bautista, aunque no se
descubre a si mismo, pero su relato de primera mano parece revelarle.
Joh
1:41 Este
halló primero a su hermano Simón, y le
dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).
Andrés
conmovido por el testimonio de Juan bautista y luego de seguir y pasar la tarde
con Jesús busca a su hermano Simón (quien luego recibiría el nombre de Pedro o
Cefas), y le comenta que han hallado a aquel del cual ha venido hablando su
maestro (Juan bautista) y han decidido junto con Juan evangelista, seguir a
Cristo como su maestro y reconociéndole como el mesías.
Joh
1:42 Y le
trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de
Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).
Jesús
no le conocía a Simón, pero solo con verlo puede llamarle por su nombre, hecho
que de seguro debió impactar a Pedro, nombre que le podría allí mismo. Cefas es
piedra pequeña en Arameo, y Petros, es piedra pequeña en griego. Jesús tenía en
mente un propósito para este pescador judío que apenas conocía, cambio su
nombre y le llamo conforme a su propósito, el cual habría de cumplirse.
Joh
1:43 El siguiente
día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a
Felipe, y le dijo: Sígueme.
El
tercer discípulo al que hallo fue a Felipe, a quien le pidió que le siguiera y
sin dudas, ni vacilaciones le confió su vida y le siguió. Es importante notar
como estos hombres que parecían haber encontrado la verdad en Cristo, lo
dejaron todo y le siguieron sin contemplaciones, no hubo duda, ni cavilación,
que maravillosa convicción la que Dios había dispuesto en sus corazones.
Joh
1:44 Y Felipe
era de Betsaida, la ciudad de Andrés y
Pedro.
Joh
1:45 Felipe
halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió
Moisés en la ley, así como los
profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
Felipe
natural de Betsaida (aldea en la ribera norte del mar de Galilea) de donde
también eran los hermanos Andrés y Pedro. Felipe, así como hicieron otros
discípulos Andrés busca a quien compartirle esta grandiosa noticia –habían
encontrado al mesías-. Felipe le descubre como aquel de quien escribió Moisés
en la ley y así mismo los profetas. Es probable que esta enseñanza proviniera
de Juan bautista, quien por revelación entendía que el cordero que Dios
proveería para Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo (Gen 22:8), era una
tipología de Cristo, al igual que el cordero que se mató y consumió en Egipto
por el cual fue librado Israel de que murieran su primogénitos (Exo 12:3), era
otra tipología con la cual Dios había hablado a Israel de lo que habría de
suceder en Cristo el cordero de Dios, quien había sido preparado desde el
comienzo del mundo (Apoc 13:8), de allí en adelante, David, Isaías y muchos
otros profetas hablarían del Mesías.
Joh
1:46 Natanael
le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de
bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.
El
pueblo judío reconocía Nazaret como un lugar sin importancia, de bajo perfil,
sin ningún aparente valor. De allí, que Natanael cuestione si de este lugar
puede provenir algo bueno. Pues al parecer su mala fama le precedía.
Joh
1:47 Cuando
Jesús vio a Natanael que se le acercaba,
dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.
Jesús
descubre la verdad en aquellos a quienes ha preparado de antemano para ser sus
discípulos, por ello hace esta declaración sobre Natanael, hombre como pocos en
Israel capaz de no ser hipócrita en una época en la cual, esto era
verdaderamente difícil de encontrar.
Joh
1:48 Le dijo
Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te
llamara, cuando estabas debajo de la
higuera, te vi.
Natanael
sorprendido por las palabras de Jesús, le pregunta si le conocía de antes, a lo cual responde Jesús con una revelación
sobre lo que estaba haciendo Natanael antes de que Felipe le encontrara y
llamara para presentarle a Jesús.
Joh
1:49 Respondió
Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.
Con
este acto de revelación profética de Cristo, Natanael queda convencido al punto
de declarar estas maravillosas palabras que de nuevo confirman la divinidad de Cristo
–tu eres el Hijo de Dios-, -tu eres el Rey de Israel-.
Joh
1:50 Respondió
Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la
higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.
Natanael
fue fácilmente conmovido a seguirle y a creer porque Jesús le responde que si
creyó en esto que parece sencillo, pronto verá cosas mayores que lo que pudo
haber experimentado allí.
Joh
1:51 Y le
dijo: De
cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo
abierto, y a los ángeles de Dios que
suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.
Además
de prevenirle sobre lo que habría de venir, Jesús se abre a su divinidad y les
comenta a sus discípulos (los que ha llamado, Juan, Andrés, Felipe, Pedro y
Natanael) que han de ver cielos abiertos, en donde los ángeles tendrán potestad
de subir y descender sobre el hijo del hombre o sea Jesús. Este primer capítulo
termina luego de una disertación reveladora sobre la divinidad de Cristo y el
llamado de sus discípulos. Juan se enfoca en la divinidad y su obrar, por ello
se encauza de forma permanente en la espiritualidad del hijo de Dios y los
hechos sorprendentes que le confirmaban.