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lunes, 21 de noviembre de 2016

TIEMPO DE REFLEXIÓN

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TIEMPO DE REFLEXIÓN 

En el andén de la vida...

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comer­las, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampo­co dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fija­mente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.

La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galle­tas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su com­pañera de banco.
"¡Gracias!", dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad. "De nada", contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida...
La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho toda­vía sentado en el andén y pensó: "¡Qué insolente, ¡qué mal educa­do, qué ser de nuestro mundo!". Sin dejar de mirar con resenti­miento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, den­tro de su cartera, su paquete de galletas INTACTO.

1Co 13:13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Cuantas veces fallamos en el amor cuando por prejuicios, por falta de entendimiento, por desconocimiento, por miedo o por orgullo obramos conforme al egoísmo que nos carcome. El amor no busca lo suyo, ni es egoísta, pero el hombre necesita luchar contra su naturaleza carnal para que pueda experimentar el verdadero amor. El amor no proviene de la emoción, proviene de la compasión espiritual, un estado de unidad con Dios en el que el hombre obra contrariamente a sus pasiones y aprende a morir a si mismo para dar prioridad al prójimo y en el camino aprende a confiar en la voluntad de Dios. La historia nos recuerda con cuanta frecuencia fallamos en cosas fútiles, esforcémonos por amar, por perdonar, por encontrar en el prójimo la oportunidad para mostrarle que el amor de Dios es real. Cada uno de nosotros lucha una batalla contra algo, que nos volvamos agentes de bien para una sociedad que necesita más amor y menos temor y egoísmo.

GUIA DE ESTUDIO

¿A quien debo mostrar el amor de Dios hoy?
¿Mi testimonio demuestra el amor de Dios?
¿De dónde surge mi egoísmo?
¿Qué me hace sentir egoísmo o temor?

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