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lunes, 4 de marzo de 2013

TIEMPO DE REFLEXIÓN




La hija de un hombre le pidió al siervo de Dios que fuera a su casa a hacer una oración para su padre, que estaba muy enfermo.
Cuando el siervo de Dios llegó a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza calzada por un par de almohadas.
Había una silla al lado de su cama, por lo que el siervo de Dios pensó que el hombre sabía que vendría a verlo.
- ¿Supongo que me estaba esperando?, le dijo.
- No, ¿quién es usted?, le dijo el hombre.
-Soy el siervo de Dios que su hija llamó para que orase con usted; cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo vendría a visitarlo.
-Oh, sí, la silla, dijo el hombre enfermo, ¿le importa cerrar la puerta?
El siervo sorprendido la cerró.
- Nunca le he dicho esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he estado en la Iglesia he escuchado siempre, al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae..., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo.
- Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así en mí, hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo:
- José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas: te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo; luego con fe mirar a Jesús sentado delante de tí. No es algo alocado, pues EL nos dijo: Yo estaré siempre con ustedes.
- Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora. Es así que lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija... pues me internaría de inmediato en el manicomio.
El siervo sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que estaba haciendo, y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al siervo para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: 
- ¿Falleció en paz?
- SÍ, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo en su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras, una hora más tarde, ya lo encontré muerto.
- Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré.
- ¿Qué cree usted que pueda significar esto?
El siervo se secó las lágrimas de emoción y le respondió:
- "ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera" 

Filipenses 4:6  Por nada estéis afanosos,  sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego,  con acción de gracias.

Muchos tenemos una idea equivocada sobre la oración, durante mucho tiempo quise encontrar como orar de manera efectiva para que mis peticiones fuesen contestadas, busque en que estaba fallando y leí muchos libros para encontrar la oración perfecta, hasta que en un momento Dios hablo a mi corazón y me mostro que la oración no es una receta de cocina que debas seguir al pie de la letra, tan solo debes hacerla lejos del bullicio y alejado de todos, para que con honestidad puedas hablar con Dios, solo allí puedes abrir tu corazón con sinceridad y sin hipocresía, puedes llorar, reír, y expresar lo que piensas sientes o quieres, Dios nos conoce, sabe que necesitamos, no por ello debemos dejar de pedirlo, Él sabe que es lo mejor, por eso es nuestro Padre, sabe cuál es el mejor momento para disfrutar de una bendición o para alejarnos de aquello que parece una bendición pero que en realidad nos apartara de Él, por eso no busques más la oración perfecta, deja que Dios te guie para conocerle, entregarte y amarle, solo con una oración así, puedes realmente acercarte con confianza y sin temor, con amor y no con desesperación, con fe y no con duda, con esperanza y no con afán. Pues Dios anhela hombres y mujeres que con fe se acerquen como el hombre de la historia para hablar de sus temores, angustias, amores, secretos, debilidades para que puedan recibir guía, paz y bendición en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 

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