lunes, 22 de octubre de 2012

TIEMPO DE REFLEXION




Cuentan que una vez un científico soberbio fue con Dios y le dijo:- Señor, convocamos a una junta científica mundial y hemos decidido que ya no te necesitamos. El Señor con su infinita paciencia oyó al hombre y le preguntó: -¿Ah sí? ¿Y cómo llegaron a esa decisión?- Pues ya hacemos trasplantes de prácticamente cualquier miembro del cuerpo, podemos hacer bebes para parejas que no pueden tener hijos, crear vida artificial, clonar a la gente y hacer todas esas cosas que antes se consideraban milagrosas. Dios sólo lo escuchaba y luego atinó a decir: - ¿Pueden crear vida? - Así es. Respondió el científico.- ¿Qué te parece si hacemos un concurso de crear vida? Lo hacemos del modo antiguo, así como yo formé a Adán; tú sabes. - Me parece bien. Contestó el científico. - Está bien, pues comencemos. Exclamó Dios. Entonces el científico tomó un puño de tierra, y le dice Dios: - Espera, no tan rápido; consíguete tu propia tierra.
Deuteronomio 10:14  »Nuestro Dios es dueño del cielo y de la tierra, y de todo lo que hay en ella.
Salmo 24:1  Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan;
En qué momento el hombre perdió el rumbo y perdió la visión de la soberanía de Dios para con la humanidad, en que momento nos creímos mas que Dios, capaces de juzgar si Él es verdadero, claro!, eso ocurrió cuando nuestro pecado aplaco o adormeció nuestra consciencia, apartándonos de la verdad, que difícil es creer cuando damos mayor importancia al pensamiento, o a las emociones, las cuales se exacerban con facilidad y nos hacen poner todo nuestro ímpetu en las cosas de este mundo, un trabajo, una relación, el éxito, o el dinero, cosas que solo generan placeres pasajeros que no perduran, a diferencia de una relación con Dios que perdura para la eternidad y nos llena de gozo, paz y amor en nuestro interior, para sentirnos plenos y satisfechos sin importar si tenemos o no tenemos lo que deseamos, en que momento dejamos que nos gobernaran las emociones, y la razón para dejar de creer. Nuestro cuerpo nos hace conscientes de la realidad física, nuestra alma nos da consciencia de sí mismos y nuestro espíritu nos da la consciencia de que Dios es real, si dejamos que el alma tome el control, viviremos una vida centrada en el yo (egocéntrico, egoísta, autosuficiente), que solo desea complacerse a sí mismo que sin control apagara nuestro espíritu y nos apartara de Dios.

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